domingo, 29 de julio de 2007

La carta


Me encontraba sentado al borde de la cama, su cuerpo, a lado mío, acostado boca abajo. Mis manos temblaban, las sentía frías y por momentos me hormigueaban. Volteaba a mirar el cuerpo desnudo. Escuché un ruido proveniente de la calle, mi corazón latía con rapidez… aumentaba mi respiración. Aun seguía excitado por el encuentro, miraba nuevamente el cuerpo, su delicada piel morena me cautivaba. El olor de nuestro deseo realizado seguía latente en el aire, combinado con un nuevo aroma, el de la sangre… La leve luz de la lámpara me remarcaba la presencia del cuchillo ensangrentado, frío sobre el suelo. La noche parecía una bestia de ojos rojos que me observaba Las Eneiras me atormentaban, con sus látigos golpeaban mi cuerpo, mi mente era un caos. Varios pensamientos surgieron, los recuerdos se agolpaban ante mis ojos.

Me limpie las manos con las sábanas, tome la carta de la mesa. Unos cigarros, colillas y un encendedor acompañaban a la lámpara. Volví de nuevo a leer aquellas palabras que hirieron mi corazón:

Querido Edgard, te informo lo que me ha sucedido recientemente. Disculpa que sea de esta forma por la cual te enteres, me preocupa tu reacción ante la noticia, por eso prefiero que lo asimiles antes de que estemos frente a frente. Lo nuestro ya no puede continuar así, nuestros encuentros son cada vez más peligrosos. He conocido a una encantadora mujer, su nombre es Angélica. Al igual que yo, Angélica, desea comenzar una nueva vida en otro lugar, conocer nuevas personas y crear un lugar tranquilo, lejos de esta ciudad llena de crímenes. Hemos decidido ir…

Una lágrima escurrió por mi cara, continué leyendo…

Aprecio aquellos hermosos momentos contigo, pero no podemos continuar así. Nos veremos de vez en cuando. Te deseo lo mejor. Tu amigo Miguel.

Tome el encendedor… lo accione, la carta se fue consumiendo…

Cuando recibí la carta, quede desconsolado. Una gran furia me invadió, aventé varias cosas en mi cuarto, después me solté a llorar. El ruido producido por un gato se escucho de repente, nuevamente me estremecí. Me recosté a lado de Miguel, sus ojos sin vida seguían abiertos, ojos grandes, negros y profundos me atrajeron desde el principio. Roce sus labios con las yemas de mis dedos, le di un delicado beso, aun podía sentir un leve calor, sus labios delicados aun parecían tener vida.

Escena trágica en medio de la noche, la muerte observaba a los amantes en su lecho, la sangre escurría lentamente… una herida en su cuello era la clara evidencia de mis celos, mi furia y del despreció que sentía por él.

Toque su cuerpo con delicadeza, recordé aquel día que recibí la carta. Al siguiente dia, Miguel me llamo para confirmar su visita a mi casa. Pasó una semana, casi caía la noche cuando escuche golpear la puerta. Me saludo con apretón de manos, cerré la puerta, nos abrazamos, nuestros cuerpos se acercaron, el deseo nos llevo a mi cuarto. Todo estaba preparado. Nuestros encuentros siempre empezaban de esta manera, subíamos a mi cuarto, nos despojábamos de nuestras ropas, el acto sexual se llevaba a cabo mientras bebíamos directamente de la botella de vino. Al terminar fumábamos un par de cigarrillos y esperábamos el amanecer… pero, este último encuentro, un nuevo elemento apareció esta vez en escena, un cuchillo reposando debajo de la cama, listo para darle fin a mi amado.

Su futuro había terminado en mis manos, el mío finalizo con su sangre derramada. Me puse en pie, tome mí ropa, colocada en una silla junto a la ropa de Miguel. Me vestí, le di un último beso a mi amigo. Salí de la casa, con dirección al acantilado. Bello lugar de dia, el pequeño árbol se mueve con la brisa del mar. Antes, iba con Miguel a preciar el mar. Extendí las manos hacia la noche, se escuchaba las olas romper contra las piedras. Pensé escuchar una risa, era la muerte próxima a mí. Cerré los ojos y caí hacía la profundidad.

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