---Primera parte--- Por Arlequin sin rostro
Ojo de gato
El señor D había llegado a mi casa, con una puntualidad que él solamente sabe realizar. Son pocas las personas que llegan cinco minutos antes de lo acordado o a la hora exacta. Tengo que admitir que sus pláticas son una de las pocas que aprecio y disfruto.
- Buenas tardes – Le dije cortésmente
- Hola. ¿Estás ocupado? – Preguntó el Sr. D.
- No, pasa.
El Sr. D me siguió a la sala, y lo invité a tomar asiento, después de ofrecerle un té, nuestra plática comenzó como acostumbraba.
- Me da mucho gusto verte A. Hay muchas cosas de que platicar y poco es el tiempo del que disponemos.
- Vaya que sí, la vida cotidiana es cada vez más aprisa, entre el trabajo y los gustos propios no queda tiempo para una plática.
Comenzamos a discutir problemas sentimentales, aquellos que nos aquejan de tiempo atrás, entre el corazón roto y que nuestra voluntad es en ocasiones débil, no podíamos más que escapar de la vida con una taza de té o con un dulce vino.
- ¿Cómo va el trabajo en la oficina?- Me preguntó D, mientras encendía uno de sus acostumbrados cigarrillos.
- Ya sabes, lo común, mucho estrés… -
Le contesté mirándolo fijamente. El Sr. D. es toda una caja de sorpresas, su carácter es uno de los más extraños que conozco. La mayoría de las veces es muy alegre, hace bromas, es sarcástico, pero sus ojos y anécdotas contienen una alta dosis de melancolía y de nostalgia, quizás esa impresión se resalta por los colores azules que acostumbra usar, antes habíamos platicado de las propiedades de los colores, y nos detuvimos en este color, quizás en otra ocasión les relaté que fue lo que platicamos. Su fisonomía vendría a complementar esta percepción que tengo, pues es un hombre de estatura media, con cabellos un poco alborotados, pero dando la impresión de que están en el lugar correcto, su color es apiñonado, con varios vellos repartidos en sus brazos y piernas, y una barba que delinea su rostro y un bigote que asienta sus medianos labios.
Como era costumbre, nos desviamos del tema, pues parecía que ligábamos los temas de una manera muy extraña y poco común.
- Tengo que contarte mi experiencia negativa con los gatos – Me miró un poco sonriente el Sr. D.
- Cuéntame, ¿qué pasó?
- Considero que el cariño que creí un día tener por los gatos ha quedado muerto. Hace como medio año, después de la ruptura con mi novia, decidí experimentar que es tener una mascota. Anteriormente había tenido un perro, el cual hasta sus últimos días habían sido placenteros, y pensé que sería lo mismo con un gato. Aquella criatura de ojos grandes y de largos bigotes, me enterneció los primeros días de su estancia en mi casa, sin embargo, conforme fue creciendo, fue saliendo su naturaleza animal, y espero que no suene a pleonasmo.
- En verdad que sí –
- La gata comenzó a tener un carácter cada vez más frio. Tengo que confesar que desde un principio tenía mis dudas, puesto que sé que los gatos son independientes y algo huraños, y pensé que su carácter chocaría inmediatamente con el mío, pues me considero un lobo.
- ¿Un lobo? – Pregunté un poco extrañado.
- Así es, primero te cuento mi experiencia con los gatos y después pasamos a los perros.
- De acuerdo, continua.
- Pensé que mi forma vaga no encajaría con el del animal, sin embargo seguí viviendo con éste. A los seis meses después de adoptar al gato, me encontré con una bella mujer que me enamoró, sin saberlo, había caído en sus garras.
- ¿¡Garras!? – Nuevamente pregunté.
- Sí, así es. Lo que sucede, es que esta dulce dama, tenía el aire de un gato, en ocasiones ella misma me lo había dicho, y el tome a la ligera, sin embargo sus rasgos la delataban, pues tenía unos ojos que te llenaban de misterio y parecían como si miraran a través de la noche. Sus uñas largas, pero bien cuidadas señalaban su naturaleza. En un principio se mostró como un gato indefenso, el cual estaba complacido con la llegada de un extraño que le tendiera la mano, no daba vueltas, no ronroneaba, pero si se mostraba alegre por mi presencia y los días que estuvimos juntos. Lentamente, fue saliendo de sí el gato, se mostró de carácter distante e independiente. No me molesta el hecho de que sea distante, pero lo que no soporté fue su soberbia y egoísmo.
- Dices que era egoísta, pero por qué –
- Tuvimos algunos problemas, en donde se mostraba que en cualquier caso, yo era el agresor, y que ella era la victima, pero una victima la cual no perdona, que reciente y se vuelve recelosa. Llegó a pedirme que hiciera un regalo que ella me había hecho y que después tiró, debido a que no pude presentarme cuando habíamos acordado.
- La dejaste plantada, es normal su actitud.
- No lo creo amigo. Menos aun, que me pidiera que rehiciera el regalo, puesto tanto como ella o como yo, no teníamos la culpa por nuestro desencuentro. En pocas palabras, su actitud de egoísmo extremo, me llevo a creer en verdad de que era un gato como me lo había dicho. En una ocasión me fijé que se rascaba como un gato, y le comenté que solo le faltaba que se relamiera. En otras, su mirada se quedaba fija, como esperando a que su presa cayera.
- En verdad que estás loco amigo mío, no creo que una persona pueda actuar así.
- Pues créelo, que tienes a un lobo como amigo. Tengo que decir que los lobos son peores que los gatos, pero eso te lo cuento después. Siguiendo la historia, después de que la despaché, aun hubo un último intento de regresar con ella, sin embargo, su instinto animal no lo permitiría. Sus acciones reflejaban de forma egoísta, como un gato, solo le importaba recibir cariño, y dar un poco a cambio, quizás una mirada dulce de vez en cuando, pero no más, jugando al gato y al ratón, se creía con el poder de hacer conmigo lo que quisiera, sin embargo no se lo permití. En una ocasión, después de un pleito, decidió acurrucarse en mi pecho, sin querer besarme, sin decirme ninguna palabra, como si yo no hubiera salido lastimado, y no estuviese enojado, se acostó y durmió. Después de despertar me dijo que estaba triste, y que por lo mismo había dormido, sin siquiera preguntarme como me había sentido yo por su actitud…
- ¿En qué más notaste que era un gato? – pregunté interesado en su analogía.
- En su egoísmo, que he subrayado un sin fin de veces, por decir en otro caso, siempre deseaba que la atendiera, que le comprará algo, y cuando ella me daba un presente, me lo reprochaba cuando tuviera oportunidad. Me contó una vez que un pretendiente pasado, le daba muchos regalos, y que ella los aceptaba sin remordimiento, puesto que ella no le interesaba en lo más mínimo aquél sujeto. Sus gustos culinarios en ocasiones rayaban en la exquisitez, puesto que no toleraba el queso, quizás sea porque aborrecía a los ratones, por otra parte, era muy quisquillosa, pues para ir a un sitio, tenía que ser bajo sus exigencias, en verdad que llegó a exasperarme su actitud.
- En verdad que cualquiera puede chocarse por eso…
- Así es, y pues en esa relación la única que existía era ella, no permitía que alguien más entrara a su mundo. Era en verdad como un gato, que se adueña de su entorno, de su casa donde vive, desde lo alto con su mirada ve a los extraños, ve a sus disque amos, en ocasiones baja para que le soben la pansa, o para comer, pero sólo cuando el animal así lo decide, de otra forma no ocurre. De igual forma, aquella mujer-gato, era en extremo celosa, no permitía que otra mujer me viera. Una vez me advirtió que yo era solamente suyo, y que no quería que alguien más me tocara. Quizás esta ultima parte se relacione con el anécdota de mi gato en casa, pues, no sé si te conté que debido a una fiesta en una amiga, un gato afuera de su casa maullaba, era un gatito el cual estaba perdido, y pues debido a que había llovido, estaba mojado, y creo que no había comido, pues le di un poco de alimento y no quedó nada de ello. Mi amiga no podía quedarse con aquél animal, y pues decidí buscarle un hogar, decidí bañarlo, pero cuando mi gata vio a este nuevo inquilino, se aventó contra mí, confundida y rabiosa. En verdad que me ha dejado una mala experiencia los gatos, ahora confirmo su naturaleza huraña, desconfiada, recelosa, y egoísta, creo que a la otra tendré un perro, o quizás algo más tranquilo como lo son los peces.
- Ay amigo, vaya que es una larga historia. En lo personal no me gustan los gatos, prefiero ahorrarme tu experiencia. Pero no crees que es su naturaleza ser así
- Pues sí, sin embargo, uno les abre las puertas de su casa, pero al parecer uno no es dueño de ellos, los gatos consideran que ellos son los amos y todo poderosos de nosotros, y quizás nosotros hagamos exactamente lo que ellos quieren…
- Así es… Creo que he hablado mucho de ella