domingo, 9 de agosto de 2009

Diáfano


Hace mucho tiempo alguien escribió sobre un científico que obtuvo un descubrimiento, teorizó y llegó a la conclusión de que sí se cambiaba el índice refractivo de una persona haciéndolo coincidir con el del aire, podría llegar a tener el mismo efecto que el de un cristal. Fue una gran historia, donde aquel hombre, de naturaleza solitaria transformó su cuerpo y lo hizo invisible, ante tal poder, lo que resultó fue una serie de caprichos por parte del protagonista, deseando someter a todos, llegando hasta la muerte (El Hombre Invisible. H. G. Wells).

Existe una historia anterior, el llamado Giges encontró un anillo el cual hacía a su poseedor invisible, dada su naturaleza, utilizó el poder para robar, matar y violar. Son pocos los hombres que mantendrían una conducta recta ante tal oportunidad (La República, Libro II. Platón).

Algunos opinarían que esto es innecesario, pues pueden desaparecer ante los ojos de los demás solo con desearlo, otros mucho desearían simplemente desvanecerse por unos momentos, dejar de existir y ser transportados al limbo. Hay personas que creen poder ver a través de los demás y consideran a estas como transparentes ante sus ojos, creen conocer sus sentimientos y temores, cuando son ellos los que son transparentes ante los ojos de los demás.

Actualmente se ha dado una nueva raza de humanos, donde su cuerpo ha desaparecido lentamente, dejando solo el rostro, las huellas digitales y alguno que otro aspecto como el tipo de sangre. Quizás llegará el momento cuando alcancemos a suplantar las partes de nuestro cuerpo finito por piezas que vayan más allá del espacio y del tiempo. (2001: La Odisea del Espacio. Artur C. Clarke)

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