Despertar entre el sonido de los pitazos de los automovilistas eufóricos por la calle. Levantarse y mirar un cielo azul ahogado por la contaminación sofocante que se traga todos los días al valle de México.
Una nostalgia surge de mí, cuando pienso del lugar que dejé ir para vivir en un ambiente más tranquilo. Una sola palabra se agolpa en mi mente cuando recuerdo lo estrambótico de la ciudad defeña; movimiento. El ir y venir de la gente por las calles, los mercados se llenan, van y vienen los diablitos, comerciantes, las radios encendidas, las teles acompañan a los vendedores. Los carros no dejan de fluir a ninguna hora del día, los camiones pintan las calles con su humo, y los microbuses hacen pensar a los pasajeros en tener la mejor suerte para no salir volcado o asaltado por algún ladrón, que tanto abundan en la ciudad.
Recorrer la ciudad es una gran odisea, tener que transbordar en el servicio urbano o en el metro. El metro es una delicia, bajar a los corredores donde un cálido aire te recibe, el sonido hondo te asalta y te sugiere a entrar a ese recorrido, que para algunos puede ser habitual, pero que para alguien ya no tan acostumbrado, le parece un asalto a sus recuerdos. Ver alrededor, a las personas que ocupan el vagón, ver sus rostros, las expresiones, sus vestimentas, el color de su piel, me hace pensar en la infinidad de historias que cada uno podría contar, y que a lo mejor la vida misma no alcanzaría para escucharlas. Añadiendo al itinerario e historia de cada usuario del metro, hay que añadir los fragmentos de historias que surgieron con el paso de la excavación del metro, escupiendo trozos de nuestro pasado como pueblo mexica y teotihuacana.
En cada sitio del Distrito Federal, existe una actividad para entretenerse, disfrutar la vista de cualquier monumento, museo, o expresiones culturales. En una ciudad tan grande y rica de diversidad, esta de menos hablar de infinitos momentos, los cuales seguramente pasaran a la mente de cualquiera. El patrimonio histórico es igual de variado como los lugareños mismos. Recorrer el templo mayor, pasar enfrente del Palacio de Bellas Artes, recorrer el Zócalo de la ciudad y su iglesia metropolitana. Mirar hacia lo alto de la torre latinoamericana y la de Tlatelolco, pasear por el bosque de Chapultepec, navegar en una trajinera en el lago de Xochimilco. Se podría aumentar la lista de lugares a recorrer, y que aquel habitante de la ciudad, quizás este tan acostumbrado a ver que haya olvidado el encanto que tiene la ciudad para todos aquellos visitantes que estén perdidos en esta gran ciudad llena de vida aunque paresia lo contrario.
La ciudad capital de México, centro de los más destacados puntos de información, donde se encuentran las radiodifusoras y televisoras más importantes del país. De igual forma, la prensa bulle entre tantos acontecimientos y llenan diariamente hojas y hojas de sucesos de todo el país y del distrito. Sin olvidar el mayor centro de estudios de todo el país, la UNAM y el IPN, donde surgen las principales mentes para el progreso del país.
La cultura se queda plasmada por deseo del hombre en trozos de cualquier objeto a su disposición. Los museos, galerías, monumentos y la arquitectura de la ciudad son muestra clara de esto, y por mencionar algunos lugares entrañables se encuentran el Museo Nacional de Antropología, el de historia (en el castillo de Chapultepec), el museo Rufino Tamayo, el Tecnológico, etc.
El origen de muchas personas celebres ha sido en la ciudad de México, como es el caso de Salvador Elizondo, Carlos Fuentes, Monsiváis, Salvador Novo, Octavio paz, etc. Por otra parte, habrá personas que fueron recibidas a nuestro país, y que residieron el la D. F. como es el caso de Erich Fromm, Gabriel García o Adolfo Sánchez Vázquez.
Siendo un prófugo de la ciudad que parece nunca dormir, extraño aquellas calles llenas de vida. Suspiro por aquellos hermosos paisajes cosmopolitas, por el sonido de los carros, de la gente, las campanas de la catedral metropolitana, el sonido del metro aproximándose, el caracol de los bailarines mexicas realizando sus rituales en el zócalo de la ciudad, ver a lo lejos un horizonte disuelto por los “imecas” acumulados. Extraño comer tortas ahogadas o los tamales envueltos en más masa, en un bolillo, aquellos churros por las mañanas cerca de las lecherías o en las panaderías que siempre te invitaban a pasar, tomar un delicioso café en la alameda y apreciar el contraste de dimensiones entre un edificio y otro. Extraño ser otro más de los que acostumbran llamar chilangos, suspiro por volver ser chilango.
Una nostalgia surge de mí, cuando pienso del lugar que dejé ir para vivir en un ambiente más tranquilo. Una sola palabra se agolpa en mi mente cuando recuerdo lo estrambótico de la ciudad defeña; movimiento. El ir y venir de la gente por las calles, los mercados se llenan, van y vienen los diablitos, comerciantes, las radios encendidas, las teles acompañan a los vendedores. Los carros no dejan de fluir a ninguna hora del día, los camiones pintan las calles con su humo, y los microbuses hacen pensar a los pasajeros en tener la mejor suerte para no salir volcado o asaltado por algún ladrón, que tanto abundan en la ciudad.
Recorrer la ciudad es una gran odisea, tener que transbordar en el servicio urbano o en el metro. El metro es una delicia, bajar a los corredores donde un cálido aire te recibe, el sonido hondo te asalta y te sugiere a entrar a ese recorrido, que para algunos puede ser habitual, pero que para alguien ya no tan acostumbrado, le parece un asalto a sus recuerdos. Ver alrededor, a las personas que ocupan el vagón, ver sus rostros, las expresiones, sus vestimentas, el color de su piel, me hace pensar en la infinidad de historias que cada uno podría contar, y que a lo mejor la vida misma no alcanzaría para escucharlas. Añadiendo al itinerario e historia de cada usuario del metro, hay que añadir los fragmentos de historias que surgieron con el paso de la excavación del metro, escupiendo trozos de nuestro pasado como pueblo mexica y teotihuacana.
En cada sitio del Distrito Federal, existe una actividad para entretenerse, disfrutar la vista de cualquier monumento, museo, o expresiones culturales. En una ciudad tan grande y rica de diversidad, esta de menos hablar de infinitos momentos, los cuales seguramente pasaran a la mente de cualquiera. El patrimonio histórico es igual de variado como los lugareños mismos. Recorrer el templo mayor, pasar enfrente del Palacio de Bellas Artes, recorrer el Zócalo de la ciudad y su iglesia metropolitana. Mirar hacia lo alto de la torre latinoamericana y la de Tlatelolco, pasear por el bosque de Chapultepec, navegar en una trajinera en el lago de Xochimilco. Se podría aumentar la lista de lugares a recorrer, y que aquel habitante de la ciudad, quizás este tan acostumbrado a ver que haya olvidado el encanto que tiene la ciudad para todos aquellos visitantes que estén perdidos en esta gran ciudad llena de vida aunque paresia lo contrario.
La ciudad capital de México, centro de los más destacados puntos de información, donde se encuentran las radiodifusoras y televisoras más importantes del país. De igual forma, la prensa bulle entre tantos acontecimientos y llenan diariamente hojas y hojas de sucesos de todo el país y del distrito. Sin olvidar el mayor centro de estudios de todo el país, la UNAM y el IPN, donde surgen las principales mentes para el progreso del país.
La cultura se queda plasmada por deseo del hombre en trozos de cualquier objeto a su disposición. Los museos, galerías, monumentos y la arquitectura de la ciudad son muestra clara de esto, y por mencionar algunos lugares entrañables se encuentran el Museo Nacional de Antropología, el de historia (en el castillo de Chapultepec), el museo Rufino Tamayo, el Tecnológico, etc.
El origen de muchas personas celebres ha sido en la ciudad de México, como es el caso de Salvador Elizondo, Carlos Fuentes, Monsiváis, Salvador Novo, Octavio paz, etc. Por otra parte, habrá personas que fueron recibidas a nuestro país, y que residieron el la D. F. como es el caso de Erich Fromm, Gabriel García o Adolfo Sánchez Vázquez.
Siendo un prófugo de la ciudad que parece nunca dormir, extraño aquellas calles llenas de vida. Suspiro por aquellos hermosos paisajes cosmopolitas, por el sonido de los carros, de la gente, las campanas de la catedral metropolitana, el sonido del metro aproximándose, el caracol de los bailarines mexicas realizando sus rituales en el zócalo de la ciudad, ver a lo lejos un horizonte disuelto por los “imecas” acumulados. Extraño comer tortas ahogadas o los tamales envueltos en más masa, en un bolillo, aquellos churros por las mañanas cerca de las lecherías o en las panaderías que siempre te invitaban a pasar, tomar un delicioso café en la alameda y apreciar el contraste de dimensiones entre un edificio y otro. Extraño ser otro más de los que acostumbran llamar chilangos, suspiro por volver ser chilango.
1 comentario:
hola pekeño meketrefe...! ho tienes tanta razón en el metro ahora q fui me daban ganas de sonreir como si tuviera metido algo en la panocha pero de verdad es linda esa ciudad,o demonios alguna día volveré a vivir a ahí
tkm
tkm
tkm
tkm
Publicar un comentario