domingo, 6 de enero de 2008

Viaje


Sin camino, sin rumbo fijo de un atorrante lleno de sueños y suspiros. Donde la nostalgia de un amor sin cabida dentro de un ideal profano.

Atravesando montañas de nubes, de árboles plagados de recuerdos y de una ciudad que florece con cada amanecer y cada gota de agua que baja desde el cielo infinito. Se deja atrás la ciudad inclinada para llegar al caos armónico de acero.

Hasta llegar a un sinsentido de asfalto, donde la gente sin pueblo se busca en la mirada perdida de cualquier transeúnte y se olvida de sus ser para terminar en un sonido largo y hondo proveniente del metro.

La ciudad se desvanece lentamente para ser tragada por una tierra que suspira por la acaricia de la lluvia. Una espera larga para ver aquellos ojos profundos, una vida y un corazón para soportarla. Nuevos rostros, caminos y construcciones dan la bienvenida al pequeño artesano de palabras. Un cielo ancho e infinito que se pierde con el viento del norte.

Una ciudad santificada por su historia y enaltecida por su fe. Mientras el pueblo se un sopor místico de santidad, habrá quienes vivan al margen de la libertad y sepan que las cadenas de aquella sobra en la cueva es sólo un pesar el cual es fácil superar.

Cada paso es un sueño y cada sueño tiene un fin. Mientras tanto se fija la mirada en las alas de las aves ligeras posadas en cualquier templo para saber que todo es un viaje.

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