sábado, 18 de agosto de 2007

La carpa emperador


Grecia estaba cansada de estar en su hogar. Decidió dar un paseo por la ciudad. Mientras observaba las personas, se preguntó por el sentido del hombre. La mayoría se dirigía a un destino en particular, ya sea por trabajo, reuniones o simplemente para pasear, como Grecia lo hacia en ese momento. A Grecia le gustaba estudiar, ir a la escuela, pero a veces se aburría de ciertas clases y deseaba mejor ir a jugar. Cuando estaba de vacaciones, el tedio la agobiaba y anhelaba regresar a clases.

Fue a un parque situado en el centro de la ciudad. La niebla comenzó a descender. Veía los rachuelos descender de la parte alta del parque. Los árboles eran altos y frondosos, de varios tipos, un lugar encantador. Le gustaba a Grecia ir a meditar en este rincón. De pronto escucho una vos, que decía: ¿por qué?… ¿no entiendo? La vos provenía de arriba. Grecia giro su cabeza y vio pasar un cuervo. Primero Grecia se sorprendió del hecho de ver un cuervo en esas latitudes. Siguió el ave negra, sin perderla de vista. Subió por una pendiente, que la dirigió a un estanque con algunas carpas. Miró atentamente el estanque, cuando el sonido de chapoteos llamó su atención. Siguió el ruido alrededor del estanque, hasta llegar a la parte de atrás. Una gran carpa de color dorado, y bigotes largos, se retorcía, pues trataba de liberarse de la telaraña, donde había caído. Se acercó Grecia al pez, puesto que, antes había oído hablar un cuervo, no le pareció extraño hablarle a la carpa.

- ¿Cómo fue que caíste en la telaraña?- Dijo Grecia.
- Vaya pregunta… - El pez dejo de retorcerse - ¿Ves aquellas monedas de oro atrás de la telaraña? Pues trate de comerlas…
- Por lo visto eres muy ambicioso
- ¡Oh pequeña niña! El oro es lo mejor del mundo y soy capaz de hacer cualquier cosa para conseguirlo.

En eso salio una pequeña araña azul desde las profundidades de las rocas.

- ¡Vaya, vaya… ja ja…! ¡¿Qué tenemos aquí?!- Hablo la araña con cierta ironía.
- ¡Suéltame maldita araña, o ya veras…! –Contesto el pez enojado, tratándose de liberar.
- Ja ja ja… Mira el gran magnate del estanque, ha caído en una inocente telaraña-
- ¡Tonterías! Llamare a mis súbditos a que te atrapen… te comerán de un solo bocado. Pequeña e insignificante araña. Que no sabes que soy el gran emperador del estanque… y …
- Uy… “El gran emperador del estanque”. Tu codicia te ha cegado, y no te percataste de mi trampa, fue muy fácil saber tú debilidad, y utilizarla en tu contra.
- Disculpen…-Grecia interrumpiéndolos- se que es un mal momento para preguntar… pero, ¿No han visto pasar a un cuervo?
- ¡Mmm… no querida!, pero si sé a quien te refieres. - dijo la araña a Grecia- Hablas del cuervo nómada. Siempre va a visitar al arlequín sin rostro. Si tomas aquel camino, tarde o temprano llegaras al castillo del arlequín. –El gran pez seguía retorciéndose, tratando de escapar-
- Ya veras araña del demonio, pronto estarán aquí mis súbditos y te comerán.
- Ja ja. Ya vienen “en tu ayuda”… supongo- Con sarcasmo hablo la araña.

Un grupo de carpas se acercaron al lugar. Un pez que tenía una cicatriz en su frente se dirigió al emperador.

- ¿Necesita ayuda señor?- La carpa roja parecía reírse.
- No ven insolentes que estoy atrapado, sáquenme de aquí y eliminen a esta insulsa araña.
- Ni creas que te vamos a ayudar, te dejaremos en manos de tu insulsa araña, y tomaremos de tu bóveda las monedas de oro que has prometido y nunca nos has pagado- Los peces se disiparon.

Grecia prosiguió su camino, antes le agradeció a la araña por la indicación. Meditaba sobre lo que había visto, sentía remordimiento por no ayudar a la carpa, pero debido a que el emperador parecía ser un gran tramposo, llego a la conclusión de que fue lo mejor dejarlo en manos de la araña.

- Nunca pensé que este lugar fuera tan grande- Seguía caminando entre la niebla- Al menos, cuando esta soleado, parece ser menos confuso.

Prosiguió por el camino de piedra, todo parecía muy extraño, bueno… ya nada tenía sentido desde que había visto al cuervo hablar. Escucho a lo lejos el golpeteo de algo contra lo que parecía ser una pared, como martillazos gigantes.

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