de reluciente granito: ¡armadura
roja encarnada! Estado amordazado
de las penas que contagia sin cura.
De la fuente limpiaste los canales
do fluyeron plateados fragmentos
ámbar y otros solos, simples carbones.
Difusos entre sí los sentimientos.
¡Orfeo, voltea!, detrás camino.
Acerca tu mano empuñada y sigue
ignorando así aquél paseo espino.
Delante veo y roza el claro incierto
de cinco dedos a los que mendigue,
sin anclar tus frescos labios al puerto.
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