Fragmentos (III)
Por cierto, eso de que la gente entre a la iglesia sólo a ver, esta raro, bueno, sé que se va a rezar, y todo son creyentes, pues ahora se escucha decir “soy católico de palabra”. A mi me bautizaron, tuve mi primera comunión y todo eso. Me siguen llevando a misa los domingos, sinceramente me da mucha flojera ir, pues siempre es lo mismo, rezar, cantar, y el jueguito del padrecito que dice:
“Levántense… siéntense… arrodíllense… pueden sentarse… levántense…”
Es un poco incomodo estarse parando y sentando, pero bueno. Mi madre, hablando de religión, un día casi se nos muere, porque estábamos en la catedral, y unos muchachos, chavitos, como de 17 años, se estaban besando, bueno… un besito de pico, e iban agarrados de la mano. Sí, sé que suena raro, eran dos hombres tomados de la mano, y dándose besitos, como si fueran novios, bueno, un chico y una chica, pero eran dos hombres, ahora, dentro de la iglesia. Imagínense a mi madre, casi le da no sé que, pues estaba bien espantada, se persignaba y decía:
-¿Cómo es posible, Dios mío? Esos irrespetuosos, ¿Cómo se atreven en la casa de Dios hacer tal barbaridad?-
Yo me quedé viendo a los muchachos, sé veían pues bien, digo, daban un poco de ternura verlos, tomados de la mano, dándose amor como cualquier pareja, sin miedo ni nada, normales como cualquiera. Se veían felices, y pues me quedé pensando porqué mi madre, se había alterado. Le pregunté, pues bueno, mejor no le hubiera dicho nada, pues me salió peor la respuesta. Me dijo:
-¿Qué preguntas son esas chamaca, no te han dicho en la escuela que esta mal?-
Me quedé callada.
-Pues mira, Dios hizo al hombre y a la mujer, y pues se casan, pero solo entre hombre y mujer, si no, sería un relajo, no habría hijos, ni familias, nada…-
No comprendía lo que me decía mi madre. Pues digo, si hay dos chavos que se gustan, pues no le quitan nada a nadie. Yo estoy segura de que me gustan los chavos, pero bueno. Ahí no acabo el cuento, llegamos a la casa y mi madre le contó a mi padre, bueno… nos dijo mi papá que prefiere a un hijo ladrón, que gay. En eso, mi hermano se soltó a reír y se fue a la recamara. Mi hermano dice que le gustan las viejas, y que ha tenido novia, pero nunca ha llevado una chava a la casa, según él, por que mis padres son medios raros, pero bueno. De hecho, se lleva mucho con un muchacho de la escuela, y que José para acá, y José no se cuanto, y bla bla, José. Bueno, parece que está enamorado de él, quien sabe. Sinceramente no me molestaría que fuera gay. Pero mis padres de seguro lo echan de la casa, y por eso prefiere taparle el ojo al macho, como dicen.
Digo, es muy normal ver en la ciudad a las parejitas de chavos tomados de la mano, besándose, tan siquiera aquí, en la alameda, nadie les dice nada, bueno, una que otra persona. En el metro los ves abrazados como su nada, y es bien sabido de que se juntan en los vagones varios chavos para fajar o ligar. Ni que decir de la zona rosa, andan como si nada.
Bueno, ya caminé por toda la avenida Juárez, y llegué a Reforma. ¿Cómo no ver el famoso caballito. No sé por qué le dicen así. Según tiene la forma de la cabeza de un caballo. Caminaré por toda reforma para llegar a el ángel de la independencia, desde aquí se ve el monumento a la Revolución.
“Levántense… siéntense… arrodíllense… pueden sentarse… levántense…”
Es un poco incomodo estarse parando y sentando, pero bueno. Mi madre, hablando de religión, un día casi se nos muere, porque estábamos en la catedral, y unos muchachos, chavitos, como de 17 años, se estaban besando, bueno… un besito de pico, e iban agarrados de la mano. Sí, sé que suena raro, eran dos hombres tomados de la mano, y dándose besitos, como si fueran novios, bueno, un chico y una chica, pero eran dos hombres, ahora, dentro de la iglesia. Imagínense a mi madre, casi le da no sé que, pues estaba bien espantada, se persignaba y decía:
-¿Cómo es posible, Dios mío? Esos irrespetuosos, ¿Cómo se atreven en la casa de Dios hacer tal barbaridad?-
Yo me quedé viendo a los muchachos, sé veían pues bien, digo, daban un poco de ternura verlos, tomados de la mano, dándose amor como cualquier pareja, sin miedo ni nada, normales como cualquiera. Se veían felices, y pues me quedé pensando porqué mi madre, se había alterado. Le pregunté, pues bueno, mejor no le hubiera dicho nada, pues me salió peor la respuesta. Me dijo:
-¿Qué preguntas son esas chamaca, no te han dicho en la escuela que esta mal?-
Me quedé callada.
-Pues mira, Dios hizo al hombre y a la mujer, y pues se casan, pero solo entre hombre y mujer, si no, sería un relajo, no habría hijos, ni familias, nada…-
No comprendía lo que me decía mi madre. Pues digo, si hay dos chavos que se gustan, pues no le quitan nada a nadie. Yo estoy segura de que me gustan los chavos, pero bueno. Ahí no acabo el cuento, llegamos a la casa y mi madre le contó a mi padre, bueno… nos dijo mi papá que prefiere a un hijo ladrón, que gay. En eso, mi hermano se soltó a reír y se fue a la recamara. Mi hermano dice que le gustan las viejas, y que ha tenido novia, pero nunca ha llevado una chava a la casa, según él, por que mis padres son medios raros, pero bueno. De hecho, se lleva mucho con un muchacho de la escuela, y que José para acá, y José no se cuanto, y bla bla, José. Bueno, parece que está enamorado de él, quien sabe. Sinceramente no me molestaría que fuera gay. Pero mis padres de seguro lo echan de la casa, y por eso prefiere taparle el ojo al macho, como dicen.
Digo, es muy normal ver en la ciudad a las parejitas de chavos tomados de la mano, besándose, tan siquiera aquí, en la alameda, nadie les dice nada, bueno, una que otra persona. En el metro los ves abrazados como su nada, y es bien sabido de que se juntan en los vagones varios chavos para fajar o ligar. Ni que decir de la zona rosa, andan como si nada.
Bueno, ya caminé por toda la avenida Juárez, y llegué a Reforma. ¿Cómo no ver el famoso caballito. No sé por qué le dicen así. Según tiene la forma de la cabeza de un caballo. Caminaré por toda reforma para llegar a el ángel de la independencia, desde aquí se ve el monumento a la Revolución.
1 comentario:
El amor no encuentra barreras ni en el sexo, ni en la edad. Valerosos son aquellos que notan esta diferencia, y son capaces de entregar su amor, sin ser consumidos por la barrera de la moral, férrea ilusión de sabiduría.
Adieu
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