domingo, 23 de diciembre de 2007

Crítica a la fe


Fervor Guadalupano


“Cientos de miles de peregrinos arribaron en oleadas a la Basílica de Guadalupe para celebrar el 476 aniversario de las apariciones de la Virgen del Tepeyac. La Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal desplegó un gran dispositivo de vigilancia en el atrio y en las inmediaciones del templo mariano, así como en los accesos carreteros a la capital”. (La Jornada 12 de Diciembre de 2007)

Así eran la mayoría de los encabezados en los periódicos mexicanos. El día 12 de diciembre se tiene por costumbre honorar a la virgen de Guadalupe, y son miles de feligreses y devotos los que se aglutinan en la Basílica de Guadalupe en la capital del país. El día inicia con las tradicionales mañanitas a la virgen en la basílica, y en la mayoría de las iglesias del país, y así, la celebración se vuelve un espectáculo, donde televisa tiene los derechos sobre la transmisión de la misa, ya que cantantes “famosos” son los que entonan fervientemente. La fe se vuelve presente en los rostros de las personas, las cuales han llegado de muy lejos, hasta el último rincón del país, sólo para agradecer a la “Patrona de México” por algún milagro concebido, o bien, piden ayuda para sus familias.

Es sorprenderte ver la voluntad del hombre, y hasta donde llega su fervor, todo a una figura que nació de un poema, una leyenda la cual tomó fuerzas a lo largo del tiempo y llegó adulterada hasta nuestros días. Quizás dirán que la “fe mueve montañas” y que esta bien el creer, que la mayoría basamos nuestros supuestos más profundos en “algo” o en “alguien”. Independientemente de eso, creo que es importante resaltar y dar a conocer los orígenes de las tradiciones, para así, tener una población mayor informada y que no se quede con el simple dogma, el cual, nos ha llevado a una serie de prejuicios y limitantes que cuartean a la sociedad.

Antecedentes:

Desde la fe

Según la cristiandad un sábado de 1531 a principios de diciembre, un indio llamado Juan Diego, iba muy de madrugada del pueblo en que residía a la ciudad de México a asistir a clase de catecismo. Al llegar junto al cerro llamado Tepeyac amanecía y escuchó que le llamaban de arriba del cerro.

Él subió a la cumbre y vio a una Señora de sobrehumana belleza, cuyo vestido era brillante como el sol, la cual con palabras muy amables y atentas le dijo: "Juanito: el más pequeño de mis hijos, yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive. Deseo vivamente que se me construya aquí un templo, para en él mostrar y prodigar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa a todos los moradores de esta tierra y a todos los demás amadores míos que me invoquen y en Mí confíen. Vas donde el Señor Obispo y le manifiestas que deseo un templo en este llano. Anda y pon en ello todo tu esfuerzo", fue con el Obispo, el cual no le creyó pues le pedía alguna prueba, regresó al tepeyac y la virgen le pidió que recogiese el mayor número de rosas y que se las llevara al Obispo. Así lo hizo y fue ante el señor Obispo presentando las rosas, dejándolas caer de su ayate, mostrando así la imagen de la virgen.

Historiando el ayate

Su origen se remonta al Nican Mopohua, un texto de 1649 que cuenta sobre las apariciones —más de un siglo atrás, en 1531— de la Virgen María al indígena mexicano san Juan Diego Cuauhtlatoatzin. El Nican Mopohua (‘aquí se narra’, en idioma náhuatl) es el título de la narración en la que se cuentan las apariciones de la Virgen de Guadalupe. El elegante y complejo texto no está escrito en un náhuatl original sino en el lenguaje reformado en los conventos jesuitas.

Según la historia narrada en el Nican Mopohua, la Virgen María se manifestó a Juan Diego, quien era originario de Cuautitlán (que pertenecía al señorío de Texcoco), y a su tío Juan Bernardino, ambos convertidos al cristianismo pocos años atrás a raíz de la conquista española.

El Nican Mopohua dice que la Virgen le reveló el nombre «Guadalupe» a Bernardino cuando éste se encontraba enfermo de gravedad, aunque los entendidos en el tema dicen que es imposible que la Virgen se haya nombrado a sí misma Guadalupe ante el anciano, ya que Juan Bernardino no entendía la lengua castellana traída por los españoles al Nuevo Mundo, por tanto el diálogo tuvo que haberse desarrollado en la lengua nativa, que era el náhuatl (lengua viva hablada por más de 2,5 millones de personas), en la que no existen las consonantes g y d.

Una explicación de este error podría ser que todo el relato es falso. Otra explicación es que probablemente el espíritu dijo que era la Virgen de Tequatlasupe, y que —debido a que para los españoles era muy difícil de pronunciar ese nombre— fue llamada «Virgen de Guadalupe» (relacionándola con la Virgen de Guadalupe de Extremadura). El obispo de México probablemente tuviera interés en que el nombre de la virgen fuera el de Guadalupe, para así contar con la simpatía de Hernán Cortés, que era devoto de la Virgen de Guadalupe —patrona de su región (Extremadura, España)— y que llevaba consigo una imagen de madera.

Por otro lado, tequatlasupe significa ‘la que aplasta la cabeza de la serpiente’. En esa época en México se adoraba a Quetzalcóatl, el dios serpiente, y la Virgen llegaba para sustituir su culto.

Cabe mencionar que el culto a la Virgen de Guadalupe es un sincretismo con la Diosa mexica Tonantzin (que significa ‘nuestra madrecita’), la diosa de la muerte; la cual era venerada en el cerro del Tepeyac por los mexicas.

Inconsistencia en la aparición ante Fray Juan de Zumarraga

La narración dice que el principal testigo de las apariciones de la Virgen de Guadalupe fue fray Juan de Zumárraga, primer obispo de la Ciudad de México.

Después de la fecha de las apariciones, fray Juan de Zumárraga vivió muchos años, escribió muchas cartas, notas y hasta un catecismo llamado Regla cristiana. Pero en ninguno de estos textos menciona haber sido testigo de aparición o milagro alguno. Por el contrario, dentro del catecismo que escribió muchos años después de las apariciones se pregunta lo siguiente: “¿Por qué ya no ocurren milagros?”». Y responde él mismo: “Porque piensa el Redentor del mundo que ya no son menester”.
Como una forma de expresión del sentir de las personas, como resultado de una larga tradición, aporta más colores al “encantador” México. En un país donde el salario de las familias es sólo para la sobrevivencia del día al día, es de pensarse, como lo único que mantiene a las familias mexicanas en pie es la fe.

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