La mayoría de las personas en la ciudad no sabíamos que sucedía. La primera señal del desconcierto fue el corte de la luz en la ciudad. Yo estaba en la casa leyendo cuando se apagaron las luces, corrí hacía la ventana para verificar si solamente había sido en el edificio o en toda la ciudad. Sonó el teléfono, llamaba mi amigo Eduardo, estaba muy agitado:
- ¿Qué sucede? – Pregunté.
- La ciudad es una calamidad, la mayoría de las personas han comenzado a dejar sus casas, los militares están evacuando.
- ¿Por qué?
- Pues… corre un rumor…
- ¿Qué rumor?
- Dicen que la ciudad fue tomada, un grupo terrorista ha matado al gobernador. Los policías y el ejército están investigando.
- No es posible… ¿Porqué han cortado la luz?
- Probablemente los terroristas la han cortado para provocar el pánico… ¡Tenemos que marcharnos de la ciudad!
- ¿Bueno? ¿Eduardo, sigues ahí? – La llamada se perdió.
Al principio me quedé congelado, colgué el teléfono. Escuché varias alarmas de sirena. Corrí hacia la ventana quitando las persianas. El cielo nocturno era bombardeado por varias luces de exploración, los helicópteros policíacos lo surcaban. Las calles eran inundadas por un rio de personas. Tomé el abrigo, busqué en el cajón la pistola que guardaba, la tomé y guarde en el pantalón. En ese instante, como un rayo atravesó en mi mente la imagen de Susana, aquella mujer que pretendía desde varios meses. Lo más seguro es que estaba en la cafetería. Salí del departamento, bajé las escaleras. Varios de mis vecinos habían huido dejando sus casas abandonadas. Cuando abrí la puerta del edificio quedé congelado al ver el torrente de personas, el exilio estaba en proceso.
Mujeres y hombres caminaban con dificultad. En sus rostros se mostraba la incertidumbre. Un militar con un altavoz decía: ¡Caminen, no corran, vayan al puente, ahí los ayudará el ejército para salir de la ciudad! Me integré a la procesión. No podía pensar mas que en Susana. Rebasaba personas, incluso empujé a más de una. Un policía me llamó la atención:
- Deme su identificación ¿Por qué tanta prisa? –
- Tengo que ver a una amiga, quiero saber si está bien. – El policía examinaba la identificación.
- Váyase, pero sin prisas, tenga cuidado y será mejor que vaya al puente.
Después de varias cuadras llegué a la cafetería, que se llama El limbo. Intenté entrar pero la puerta estaba cerrada. Toqué y me asomé por el cristal de la puerta de madera. El dueño me reconoció y abrió la puerta.
- ¿Muchacho, qué haces aquí? – Preguntó Joaquín.
- Vengo a buscar a Susana.
- Ella está aquí, ve a la cocina. Muchacho, puedes decirme qué sucede.
- Es un golpe de estado.
- ¿Un golpe…?-
- Sí, es lo que sé… están evacuando la ciudad.
1 comentario:
es una gran idea la de la taza rota sol que no entiendo donde esta la taza rota(I) pero en fin va muy bien n_n cuidate
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