Generalmente no vemos las múltiples relaciones que hay en nuestro entorno. La realidad parece una red, donde cada punto por más alejado que parezca está conectado de manera directa o indirecta…
- Escucha- Dijo Alicia a Mónica.
- Sí… típica plática de intelectuales de café – Hizo una mueca Mónica.
- Me decías que no puedes dormir desde hace mucho – Expresó Alicia.
- Es abrumador, no logro conciliar el sueño, doy vueltas en mi cama, y últimamente con los calores de verano es insoportable. Además, después de trabajar todo el día en la editorial llego a la casa con un montón de ideas en la cabeza; líneas y líneas de palabras, de textos que hay que corregir y revisar. Cuando llego a casa y me acuesto, en mi mente comienzan a desfilar todas aquellas palabras, las ideas, anécdotas, historias… es abrumador, es una pesadilla.
- Amiga, debes de dejar tu trabajo en la calle. ¿Has intentado hacer yoga…? - Fue interrumpida por Mónica.
- ¿A qué hora amiga? Todo el día estoy en el trabajo, y los fines de semana tengo labores en el instituto. Sólo me falta vender garnachas los domingos. – Mónica se sacudió la cabeza, indicando su estado de tensión.
- Otra forma de relajarte es leyendo pero es lo que haces todos los días. – Alicia se colocó detrás de Mónica y comenzó a darle un masaje.
Mónica y Alicia siguieron charlando en el café, la luz tenue se iba intensificando con la llegada de la noche. La pareja de intelectuales que estaba cerca de la mesa de Mónica Y Alicia tenían bastante tiempo que se habían marchado. Alicia y Mónica pagaron la cuenta y se levantaron de la mesa.
- ¿Ya viste? – Preguntó Mónica.
- No, ¿qué? –
- Dejaron un libro en la mesa. – Dijo Mónica. Alicia se acercó y lo agarró.
- “La taza rota” de David Reyes. – Examinó el libro Alicia.
- Deja eso y vámonos que se nos hace tarde. Vamos con un camarero y se lo dejamos, a lo mejor regresan por él. Además quién es ese David Reyes – Dijo Mónica molesta.
- A lo mejor no regresan por él. ¡Mira! No es muy grueso, porque no te lo llevas y lo lees, sirve que lees algo de alguien que no conoces. – Caminó Mónica dejando atrás a Alicia.
- ¡Mónica! No seas payasa. – La detuvo del brazo y le depositó el libro en su bolsa.
Mónica llegó a su casa, prendió una luz tenue, se quitó los zapatos y se sentó en el sofá dejando la bolsa junto a ella. Mónica parecía un costal de papas en el sofá, estaba agotada y prendió con dificultad la luz de la lámpara. Agarró su bolsa para buscar una aspirina, las cuales nunca faltaban. Pero había un nuevo elemento en la bolsa. Metió la mano buscando sus famosas aspirinas y sintió algo que no reconoció sacándola rápidamente. Soltó un grito y examinó la bolsa con cuidado, puso la bolsa a la luz y vio una pequeña rata de peluche.
-¡Alicia! Me vas a matar de un coraje y de un susto algún día.
Sacó la rata de peluche que tenía una nota: “Con mucho cariño para mi mejor amiga: Alicia”. Volvió a meter la mano en la bolsa y se enfureció aun más por encontrar el libro de la cafetería. Tomó el ejemplar de “La taza rota” de David Reyes. En la contraportada decía: “La búsqueda de una historia, siempre detrás de alguna o la simple casualidad que te remite a un título y a una historia. La taza rota quizás tenga una historia, quizás no”. Mónica se quedó pensando por un momento, consideró que ese párrafo no decía nada. Abrió el libro y comenzó a leer.
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