domingo, 26 de julio de 2009

Intenta mirarme

-Fragmento-

Hay muchas maneras para no ser visto, algunas personas conocen muy bien este arte, los ladrones son sigilosos y no son descubiertos por su victima, los amantes que el mundo les prohíbe su amor se esconden en la oscuridad de la noche, encuentran sus cuerpos y se liberan de las cadenas, también están aquellos que saben que han cometido un crimen, un asesino tratará de ocultar todas las pruebas que indiquen su culpabilidad, esconderá el cuerpo, otros su culpa se centra en la carne, ante los ojos de los demás su acción es abominable y desean pasar desapercibidos, llevando las actividades de manera clandestina o bajo la mirada de todos, hay personas que se visten de negro, de manera inconciente intentan no llamar la atención, el negro será una protección ante la mirada del extraño. En la naturaleza se llama mimetismo al fenómeno donde los animales tratan de parecer algo que no son, pareciéndose a otros animales o difuminándose con su entorno. La mayoría tiende a esconderse de alguna manera, a pasar desapercibido, pero hay un caso extremo de esta situación.

La mayoría ignora que la existencia del otro está determinada por la mirada del que lo observa, sí alguien es visto será reconocido, así aquellas personas que no son miradas como los indigentes, son mayormente ignorados, jamás son vistos directamente a los ojos porque no son considerado personas, por lo cual han creado una idea de ellos mismos de forma negativa.

Aquel hombre tenía gran conocimiento en óptica, y tenía una obsesión por aquellos objetos translucidos, y transparentes, sus estudios no se limitaban a la física, si bien el ambiente científico es poco flexible permite a unos cuantos llevar sus reflexiones más allá de los lentes de los instrumentos, Alberto había pasado parte de su vida metido en los libros, desde los clásicos la filosofía griega, arte y arquitectura por igual, era un gran lector. Hace tiempo atrás había dejado sus investigaciones en la óptica, decidió tomarse un largo descanso, pues su salud se debilitaba con el tiempo, ya no era un hombre joven de veinticinco años. Alberto era un hombre de un carácter melancólico, varias veces había tenido fuertes depresiones a lo largo de su vida, sus ojos con el paso del tiempo empezaron a tornarse con un aire de cansancio, su piel apiñonada era cubierta frecuentemente por ropas de colores oscuros.

Fátima era una bella mujer de veintitrés años, sus ojos color café oscuro contrastaban con su cabello ondulado y negro, su piel morena radiaba con el calor de su joven vida. Entre semana Fátima caminaba desde su casa, que estaba en las orillas del pueblo, hasta el centro, donde trabajaba en una repostería. En su camino al trabajo pasaba por la casa de Alberto quien en ocasiones coincidían, se saludaban y Fátima seguía con su camino. Alberto conocía a Fátima desde hace cinco años, Alberto fue al restaurante donde servían entre varios platillos los mejores postres, sin saberlo, había probado los pasteles que preparaba Fátima día a día, no fue hasta que Alberto vio salir del restaurante a Fátima, sin pensarlo fue y decidió hablarle, la joven no sabía que decir, Alberto buscó fuerzas para poderla invitar a comer. La historia que sigue fue trágica, ambos salieron, platicaron, y rieron, pero también había una negación en la vista de Fátima, era algo extraño. Sus encuentros eran cada vez más comunes, cuando estaban juntos Alberto notó un aroma a vainilla, estaba fuertemente atrapado por aquel olor que desprendía Fátima. Su relación creció conforme pasó el tiempo, Alberto en ese entonces pasaba por una época de bienestar, pero la verdadera naturaleza de Alberto salió, se volvió celoso, poco a poco la relación fue decayendo. Sumido en una gran depresión, sintió que algo en él había cambiado, sentía que su cuerpo se desvanecía, en las noches era asaltado por pesadillas en las cuales veía a Fátima que huía de él. Una mañana cuando despertó se dirigió al espejo, y se horrorizo al no poder ver su reflejo, tapo su cara con las manos y al volver a ver encontró su rostro.

Después de un tiempo, Alberto salió de su letargo para reincorporarse a sus actividades. Había decidido salir de aquel pueblo, extrañaba la ciudad, así que tomo un viaje por unos días, avisó a Fátima, quien sin más le deseo un buen viaje. En la ciudad Alberto siguió deambulando, sin saber que hacer, deseaba encontrar algo, pero no sabía que precisamente. En un café de la ciudad, mientras bebía, vio a una mujer acompañada por un hombre, aquella mujer lo veía insistentemente, sonreía en cualquier oportunidad que se le presentaba. La mujer fue abandonada por aquel hombre y ella se acercó a Alberto. Aquella mujer era blanca, su cabello negro y largo caía entre sus hombros para llegar a descansar en un vestido de color azul rey, mostrando así una gran figura, un cierto aire retador y seguro.

- Buenas noches. ¿Puedo tomar asiento?- Preguntó la mujer.
- Claro, ¿en que puedo ayudarte? – Alberto con una leve sonrisa.
- Te he estado observando, y espero no suene agresivo, pero me pareces un hombre atractivo.
- Muchas gracias… - Se quedó en silencio Alberto. – Ni siquiera se tu nombre…-
- Disculpa mis modales, me llamo Julieta. Me gustaría saber que hace un hombre tan guapo y solo por aquí.
- Me preguntó que mujer acompañada viene a platicar conmigo…-
- ¡Ah! Te refieres a él – Julieta señaló el lugar donde estaba sentada.- Él es solo un amigo, que tuvo que irse por una emergencia.
- Pensé que eran algo más, no quería meterme en problemas.- Respondió Alberto.
- No te preocupes por eso. Tengo el presentimiento que vienes de fuera, ¿es así? – Miro con cierta picardía Julieta a Alberto.
- Así es… - Miró extraño Alberto.
- No me equivocaba, esas cosas se sienten, y no te juzgue por tu apariencia, pues parece ser que eres hombre de ciudad.
- Hace tiempo que deje la ciudad atrás y me retiré al campo tratando de buscar… - Fue interrumpido por Julieta
- Déjalo así, sé lo que has buscado, y también tus ojos me dicen que lo encontraste pero tuviste que dejarlo atrás.
- Sí…, me estoy sintiendo un poco incómodo, sabes muchas cosas de mi.- Decía con voz temblorosa Alberto.
- ¿Aquella mujer te abandonó? – Miró Julieta en espera de respuesta pero Alberto se quedó en silencio.
- Es algo que no me gustaría platicar-
- Disculpa, creo que estoy siendo algo grosera. ¿Te parece si te invito un trago?-

Alberto aceptó la invitación, a partir de esa noche Julieta buscaba a Alberto, sin saberlo estaba cayendo en cuenta que sentía algo por Julieta, la forma en que hablaba, en que lo miraba, sabía que no era una mirada superficial como la de Fátima. Un mes después de su encuentro, Alberto decidió buscar a Julieta, sorprenderla después de que saliera de la oficina, pero antes de llegar a lo lejos vio como Julieta era escoltada por el mismo hombre que la había acompañado esa primera vez en el café, la tomó de la mano y se fueron juntos. Alberto comenzó a pensar un sin fin de cosas, pero temía preguntar, así que no hizo nada al respecto, y siguió viendo a Julieta, había decidido seguir con el juego en dado caso de que el fuera el juguete de Julieta.

- ¿Cómo has estado? – Preguntó Julieta tomándolo de la mano.
- Bien gracias… - Alberto miró fijamente a Julieta.
- Estoy bien. Dio un sorbo Alberto a la copa que tenía entre manos. El cantinero preguntó si deseaban algo más.
- No gracias estoy bien – Exclamó Alberto.
- Te voy a decir algo importante, no puedes mentirme, se leer la mirada de las personas, es algo que me enorgullece decir, pues la mayoría de los casos acierto.
- Entones si sabes lo que me pasa, ¿porqué tendría que decírtelo?- Dijo Alberto un poco malhumorado.
- Se que sabes como es mi situación, y a pesar de eso no me has reclamado, me has visto, y aun así te lo guardas, también se que me quieres, porque me miras de una manera que expresa un gran cariño, eso lo se simplemente por tu mirada, pocas son las personas que me han visto como tu… - Quedó viendo fijamente Julieta a Alberto
- También te… - Alberto no pudo decir más, sus palabras se encontraron en un altercado, pues recordaba que en algún lugar había dejado a Fátima.
- Se que la quieres, y tampoco he dicho nada al respecto, ambos estamos consientes de nuestra condición. Me hubiera gustado conocerte antes de… Me atraes demasiado, ¿porqué no dejas que simplemente pasé?, este es nuestro espacio…

Lo único que pudo hacer Alberto fue abrazar con cariño a Julieta, tenía las palabras, sabía que decir, pero algo lo detenía, en su mente solo pensaba que había encontrado una bella mujer, pero también pensaba en la situación por la que estaba pasando. Alberto respondió con un beso. Una noche, un cuarto, dos cuerpos y la misma mirada. Después de ese día no sería igual, Julieta se fue alejando poco a poco, Alberto había extendido su viaje a la ciudad por tiempo indefinido sin preocuparse por Fátima. Sólo hubo un encuentro más entre Julieta y Alberto, habían decidido escaparse ante la mirada de los demás, de aquellos que no podían ver lo que ellos hacían. En la oscuridad de un bar la pareja sin tapujos se entregaron, sus manos recorrieron el cuerpo del otro, ambos sabían que otra vida les esperaba afuera, pero decidieron suspenderla por un momento. Después de esa noche, Alberto caminaba por la ciudad dirigiéndose hacía su hotel, cuando vio a lo lejos a Fátima, ella lo vio y se acercó.

sábado, 25 de julio de 2009

El mito del cielo dividido


Algunos pensarán que se trata de una historia que no valdría la pena contar, que sería mejor que se quedará en la oscuridad de lo cotidiano y lo íntimo, pero algunas historias perduran porque dan una explicación de la realidad. Nadie hubiera pensado que todo empezaría por una simple mirada, seguida por una sonrisa. Ambos cuerpos sintieron que algo que estaba dormido en ellos había surgido, era como despertarse de un sueño, donde poco a poco recordaban que en una época lejana habían estado juntos, donde aun eran uno mismo. No eran necesarias las palabras, ambos cuerpos hablaban con la mirada, con las manos hablaban entre ellos.

Alrededor, el mundo seguía avanzando, unos escalones eran testigos mudos de los pasos de ambos amantes, se acercaron y con el primer toque de las manos llegaron a despertar de su letargo, la piel recorría la piel de su amante, con dulces caricias iba recordando. Lentamente se iban metiendo en aquello que se llama nostalgia. En épocas remotas, la raza primigenia fue castigada, cada cuerpo fue dividido en dos y fue así que a lo largo de la vida se va buscando la mitad perdida.

Solo fue durante la aparente oscuridad de un cuarto donde se encontraron los cuerpos, se abrazaron y besaron, anhelando ser uno mismo, y encontraron aquella marca nefasta de la separación es decir el ombligo. Fue en la mezcla de luces fluorescentes, en la oscuridad que el desencuentro fue inevitable. La música golpeaba los oídos de los presentes, y el corazón se desvanecía mientras los pensamientos de su compañero se alejaban. En el antiguo mito se omitió una parte, cuando los dioses se enojaron y dividieron el cuerpo de sus subordinados tuvieron que pagar un precio, ante ellos el cielo se empezó a dividir de manera inevitable, un estruendo se escucho por todo el mundo y las nubes rompieron en un sin fin de relámpagos, ahora el cielo anhelaba también su unión. Los hombres voltearon hacia arriba y vieron con desprecio tal hazaña, odiando a los dioses por tal desgracia, solo cuando los humanos lograban encontrarse el cielo se empezaba a unir.

Ambos cuerpos tomaron rumbos distintos, se encontraron con otros tantos más, reían y se abrazaban esperando así olvidar aquel primer cuerpo que habían pensado encontrar, pero durante los sueños el cuerpo habló, y con imágenes mostró la nostalgia por aquella parte que se dejó atrás. Una mirada perdida en la calle, una llamada perdida en la casa fue lo suficiente para que los cuerpos dialogaran y sus caminos regresaran. El cielo dejó de romperse y las nubes se acercaron para sanar la herida.

Frases sueltas


La verdad esta en el rostro, así que puedes tratar de mentirme.

Quiero morder tus labios y saborear tu sarcasmo.

La mirada no miente al verte, pero si te veo mi boca te mentirá…

A veces eres el viento que mueve mi mundo, en otras ni siquiera eres el aire que respiro.

Escucha en silencio como se rompe el cielo.

Hay algo raro en esto llamado vida.

Sabes que está ahí, pero no lo ves.

Es dañino estar consiente de tu presencia.

Sabes donde tiende mi deseo, pero lo ignoras.

El fuego no purifica, ennegrece…

Mi estima esta bien, mi estima por el mundo es el que esta bajo.

Ebrio como poeta en día de pago.

No me mires con ese tono de voz

domingo, 19 de julio de 2009

Adicción


No sabía como había llegado a tal lugar, su cabeza punzaba de dolor, su boca experimentaba una gran sensación de sequedad, unas cuantas gotas de sudor escurrían desde su sombrero cayendo por su afeitada cara. Sentía una gran necesidad de algo, no sabía que precisamente, era como si algo le faltara, pero que sabía que podía acceder a él en cualquier momento. El lugar desprendía varios olores, alcohol y tabaco en general, la música era guiada por una pequeña banda. Una bella corista en el centro del lugar, con su vestido largo y cabellos rubios atraía la atención del público, excepto por uno que estaba inmerso en sus pensamientos, para él parecía que la corista cantará en silencio, solo veía gesticular sus labios, pero el sonido se perdía a momentos, se torcía y se moría.

Sacó del bolsillo del abrigo un cigarro, lo prendió con desesperación, sus manos temblaban, y dio un sorbo al bazo de alcohol en la mesa. Sabía que con cada jalón su vida se acababa lentamente, pero era inevitable, no dejaba de pensar en ella, sus pensamientos le repetían una y otra vez su nombre. Cada vez que la veía deseaba más y más, sabiendo que con ella su vida acabaría lentamente, que el hecho de verla le producía nauseas y ascos, sed y ansias, pero a la vez le daba un sentimiento de conformidad y bienestar. Sabía que cuando estaban sus cuerpos juntos un aire a muerte se respiraba, se exhalaba por igual. El humo salía de sus labios con fuerza y delicadeza, mezclándose con el sabor a vino en su lengua, no deseaba más que besar aquella boca, sabía que inhalaba el humo, que exhalaba su deseo. Sus nervios se tranquilizaban al acariciarla, saborearla, saber que le pertenecía por aquel pequeño instante, deseaba que se mantuviera con él, que no se esfumara, pero sabía que pronto se acabaría y buscaría más. Aquel hombre no sabía la diferencia entre la adicción al cigarro y la adicción al amor, ambos parecían traerle los mismos resultados.

sábado, 4 de julio de 2009

No me mires...


Tenía un cuadro poco común en la sala, era un cuadro que había comprado hace tiempo, desde el momento en que lo vi me llamó la atención, era un rostro. Dirán qué tiene de especial una cara. Pues en esté donde deberían de estar los ojos estaba la boca y en lugar de este los ojos, la nariz se mantenía en su sitio. Un día, me quedé viendo el cuadro, pensando una y mil cosas, hasta que un pensamiento agresivo saltó en mi mente, me parecía ahora grotesco el cuadro, pensaba en bajarlo de su sitio y colocarlo en un lugar donde nadie lo pudiera ver, mi mirada se centraba en él, no parpadeaba, mis dedos se apretaban entre ellos, y mis dientes se tensaban… mis sentimientos fueron interrumpidos por una voz proveniente del cuadro que me dijo: No me mires con ese tono de voz…