Elena salía de prisa de su casa, intentando abrir la puerta del carro, se le cayó la bolsa. Mientras recogía los documentos regados en el suelo, volteaba a los lados, asegurándose de que nadie la hubiera visto realizar tal torpeza. Después de malabarear con sus pertenencias, se introdujo al carro. El nerviosismo de Elena era evidente, pues tiro un bote de basura con el carro, y acto seguido casi atropello a un gato. Salió a una vía principal de la ciudad, y el tráfico sólo vino a agravar el estrés de Elena.
- ¡Maldición! Llegaré tarde al trabajo – Situación impensable en ese día, pues ya estaba advertida por su jefe, que si llegase tarde con los documentos para los inversionistas nuevamente, sería despedida de la compañía.
Los semáforos parecían conspirar contra Elena, pues cada cruce, marcaban el rojo, el cual se apoderó, también, de los ojos de Elena.
- Todo empezó por la culpa de Héctor- Se decía para ella misma, mientras activaba el aire acondicionado.
- ¡Que poco hombre! Vaya ocurrencia de invitarme a salir, sólo para aclararme que tiene novia… - Decía esto, en tanto esquivaba los carros y los insultos de los demás conductores.
- ¡Soy una idiota…! Claro que siento algo por él, lamentablemente, sólo me ve como una amiga… y me tuvo que contar sobre su nueva conquista-
- ¡Fíjate loca! – Le grito un taxista enfurecido.
- ¡Aprende a conducir! – Contesto Elena.
- … una hora arreglándome para el tarado de Héctor… y él… bueno, ojala hubiera terminado con solo eso, pero no, tenía que ponerme nerviosa y tirar el vino en el vestido… - Se tapo la cara con las manos por un instante Elena –… vaya escenita – Nuevamente el semáforo hacía exasperar a Elena.
- El despertador del demonio no sonó. ¡Claro Elena, lo vuelves a hacer! Te quedas dormida… a tus anchas… y todo, por desvelarte debido al imbécil de Héctor – El reloj despertador no sonó por la culpa de Elena. Al entrar a su cuarto, comenzó a aventar cosas, uno de esos objetos, era un zapato de tacón, el cual, fue a dar contra el reloj, se cayó y se rompió.
- El maldito gato de la vecina, maullé y maullé toda la santa noche, dejándome insomne. Por lo menos le di una buena espantada hace rato – Elena se refería al mismo gato, que casi atropella saliendo de su casa.
- El agua de la regadera estaba fría, pues el boiler se puso de acuerdo con el reloj despertador, el gato y Héctor para hacerme la vida de cuadritos.
- ¿Qué hora es? - Se preguntaba, viendo su reloj.
- ¡Las 9:00 a.m.! Ya no llego… ya es tarde… ¡me mataran! ¿Qué estoy diciendo? Me despiden primero y luego me matan. Ya no tiene sentido – Se golpeaba un poco la cabeza contra el volante, mientras esperaba que la luz del semáforo cambiara. Por la prisa que tenía acelero.
- ¡Vamos! Mínimo llego para sacar mis cosas y entregarle a mi jefe los papeles– El semáforo inmediatamente torno su luz a verde.
- ¡Oh, vaya! – Conducía Elena con cierto nerviosismo, hasta llegar al edificio donde se encontraban las oficinas donde laboraba. La compañía se llamaba Alter Ego. Dejó el carro en el estacionamiento y se dirigió al ascensor. Mientras subía pensaba.
- “Una excusa… le diré a mí jefe que tuve un accidente… ¡No! No tengo ninguna lesión. Ya sé, le digo que me asaltaron… que estoy diciendo… vaya que eres idiota, traigo aquí mi bolsa, no me creerá nada…”
- Los pensamientos de Elena se esfumaron cuando las puertas del ascensor se abrieron. Salió Elena con dirección al chocador, marcó su hora de entrada y enseguida pasó a su cubículo. Grande fue la sorpresa de Elena al ver a su jefe sentado esperándola.
- Buenos días Elena – Giró sobre el asiento.
- B-u-e-n-o-s días Sr. Reyes… - Algo angustiada habló.
- ¿Por qué tan tarde señorita Elena?
- Eh… e-s-t-e… es que hubo… un a-c-i-d-e-n-t-e automovi… automovilístico, por la avenida principal de la ciudad…
- ¿Ah sí?
- Sí… Fue un desastre… bueno, no mucho… Un carro rojo se impacto con un camión, varios automovilistas perdimos el control, un motociclista salió lastimado… - Sonreía nerviosamente Elena al decir estas palabras.
- Pues yo no he escuchado nada al respecto en el reporte vial.
- ¿No?... Que raro…
- Pongamos el radio
- ¡No! – Se alteró Elena al escuchar esto. Inmediatamente el jefe de Elena, prendió el radio, sintonizando la estación de noticias.
- Acabamos de recibir información de último minuto. Desde la avenida principal esta nuestro corresponsal. Adelante Armando.
- Si… buenas tardes para todo nuestro auditorio. Nos encontramos en la zona del choque, ocurrido en la avenida presidentes. Nos comenta el policía de tránsito, que alrededor de las 8:45 de la mañana, el conductor de un carro rojo, por exceso de velocidad, se estrello contra la parte trasera de un camión, varios carros lograron librarse del percance, lamentablemente no fue el caso de un joven motociclista el cual salió gravemente lastimado, hasta aquí el reporte… – En tanto Elena como su jefe quedaron fríos al escuchar la noticia
- Tenía usted razón… Disculpe mi desconfianza, y más por ser tan desconsiderado…por no preguntarle si se encuentra usted bien.
- Estoy bien… Sólo fue el susto…
- De acuerdo, dado que se encuentra sana y salva, es mejor que se ponga a trabajar, tiene mucho trabajo pendiente. Por cierto, ¿Y los documentos para los inversionistas?
- ¡Maldición! Llegaré tarde al trabajo – Situación impensable en ese día, pues ya estaba advertida por su jefe, que si llegase tarde con los documentos para los inversionistas nuevamente, sería despedida de la compañía.
Los semáforos parecían conspirar contra Elena, pues cada cruce, marcaban el rojo, el cual se apoderó, también, de los ojos de Elena.
- Todo empezó por la culpa de Héctor- Se decía para ella misma, mientras activaba el aire acondicionado.
- ¡Que poco hombre! Vaya ocurrencia de invitarme a salir, sólo para aclararme que tiene novia… - Decía esto, en tanto esquivaba los carros y los insultos de los demás conductores.
- ¡Soy una idiota…! Claro que siento algo por él, lamentablemente, sólo me ve como una amiga… y me tuvo que contar sobre su nueva conquista-
- ¡Fíjate loca! – Le grito un taxista enfurecido.
- ¡Aprende a conducir! – Contesto Elena.
- … una hora arreglándome para el tarado de Héctor… y él… bueno, ojala hubiera terminado con solo eso, pero no, tenía que ponerme nerviosa y tirar el vino en el vestido… - Se tapo la cara con las manos por un instante Elena –… vaya escenita – Nuevamente el semáforo hacía exasperar a Elena.
- El despertador del demonio no sonó. ¡Claro Elena, lo vuelves a hacer! Te quedas dormida… a tus anchas… y todo, por desvelarte debido al imbécil de Héctor – El reloj despertador no sonó por la culpa de Elena. Al entrar a su cuarto, comenzó a aventar cosas, uno de esos objetos, era un zapato de tacón, el cual, fue a dar contra el reloj, se cayó y se rompió.
- El maldito gato de la vecina, maullé y maullé toda la santa noche, dejándome insomne. Por lo menos le di una buena espantada hace rato – Elena se refería al mismo gato, que casi atropella saliendo de su casa.
- El agua de la regadera estaba fría, pues el boiler se puso de acuerdo con el reloj despertador, el gato y Héctor para hacerme la vida de cuadritos.
- ¿Qué hora es? - Se preguntaba, viendo su reloj.
- ¡Las 9:00 a.m.! Ya no llego… ya es tarde… ¡me mataran! ¿Qué estoy diciendo? Me despiden primero y luego me matan. Ya no tiene sentido – Se golpeaba un poco la cabeza contra el volante, mientras esperaba que la luz del semáforo cambiara. Por la prisa que tenía acelero.
- ¡Vamos! Mínimo llego para sacar mis cosas y entregarle a mi jefe los papeles– El semáforo inmediatamente torno su luz a verde.
- ¡Oh, vaya! – Conducía Elena con cierto nerviosismo, hasta llegar al edificio donde se encontraban las oficinas donde laboraba. La compañía se llamaba Alter Ego. Dejó el carro en el estacionamiento y se dirigió al ascensor. Mientras subía pensaba.
- “Una excusa… le diré a mí jefe que tuve un accidente… ¡No! No tengo ninguna lesión. Ya sé, le digo que me asaltaron… que estoy diciendo… vaya que eres idiota, traigo aquí mi bolsa, no me creerá nada…”
- Los pensamientos de Elena se esfumaron cuando las puertas del ascensor se abrieron. Salió Elena con dirección al chocador, marcó su hora de entrada y enseguida pasó a su cubículo. Grande fue la sorpresa de Elena al ver a su jefe sentado esperándola.
- Buenos días Elena – Giró sobre el asiento.
- B-u-e-n-o-s días Sr. Reyes… - Algo angustiada habló.
- ¿Por qué tan tarde señorita Elena?
- Eh… e-s-t-e… es que hubo… un a-c-i-d-e-n-t-e automovi… automovilístico, por la avenida principal de la ciudad…
- ¿Ah sí?
- Sí… Fue un desastre… bueno, no mucho… Un carro rojo se impacto con un camión, varios automovilistas perdimos el control, un motociclista salió lastimado… - Sonreía nerviosamente Elena al decir estas palabras.
- Pues yo no he escuchado nada al respecto en el reporte vial.
- ¿No?... Que raro…
- Pongamos el radio
- ¡No! – Se alteró Elena al escuchar esto. Inmediatamente el jefe de Elena, prendió el radio, sintonizando la estación de noticias.
- Acabamos de recibir información de último minuto. Desde la avenida principal esta nuestro corresponsal. Adelante Armando.
- Si… buenas tardes para todo nuestro auditorio. Nos encontramos en la zona del choque, ocurrido en la avenida presidentes. Nos comenta el policía de tránsito, que alrededor de las 8:45 de la mañana, el conductor de un carro rojo, por exceso de velocidad, se estrello contra la parte trasera de un camión, varios carros lograron librarse del percance, lamentablemente no fue el caso de un joven motociclista el cual salió gravemente lastimado, hasta aquí el reporte… – En tanto Elena como su jefe quedaron fríos al escuchar la noticia
- Tenía usted razón… Disculpe mi desconfianza, y más por ser tan desconsiderado…por no preguntarle si se encuentra usted bien.
- Estoy bien… Sólo fue el susto…
- De acuerdo, dado que se encuentra sana y salva, es mejor que se ponga a trabajar, tiene mucho trabajo pendiente. Por cierto, ¿Y los documentos para los inversionistas?
- Estan aqui - Sacándolos ,Elena, de su portafolio
- Gracias, esta vez se salva, pero si vuelve a llegar tarde nuevamente, usted sabe las consecuencias.
- ¿Me dará un aumento?- Decía con sarcasmo Elena.
- Claro… ¿Qué estoy diciendo?... Lo tomare en cuenta... – El Sr. Reyes se alejaba mientras balbuceaba. Elena quedó estupefacta al ver que su mentira, sobre el accidente, se había hecho realidad.
- Calma Elena… me he librado esta vez… Ya no cometeré más idioteces – En eso, salía del elevador Héctor, que al igual que Elena, trabajaba en el misma compañía, sólo que en diferentes áreas.
- ¡No puede ser…! Lo que me faltaba para completar mi día – Se acercó Héctor a Elena.
- Hola – Con una gran sonrisa – Espero no hayas tenido algún problema de camino al trabajo, acabo de escuchar sobre el accidente ocurrido hace poco… ¿Estas bien? –
- Sí… todo de maravilla – La sonrisa nerviosa de Elena ya era una aditamento natural.
- Sí tienes algún malestar, me dices… - Mientras decía esto Héctor, Elena pensaba:
- “Parece un ángel” – Al instante unas alas le salían de la espalda a Héctor. Elena sorprendida, abrió los ojos, mientras Héctor, dirigía sus manos hacía la espalda.
- ¡No!... espera, no te tienes alas en la espalda – Estas, desaparecieron.
- ¿Dijiste alas? – Mientras preguntaba Héctor se revisó la espalda.
- Pues me retiro Elena, nos vemos a la hora del almuerzo –
- De acuerdo… cuídate – Sonreía torpemente mientras pensaba – “Tengo que ser cuidadosa hasta con lo que pienso. Esto no me puede estar pasando a mí… ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Mejor me voy a mí casa… ¡No! Ya sería el colmo con mi jefe… mejor trabajo, aquí calladita, y así no pasa nada.”
Elena comenzó a revisar el trabajo pendiente. Entre tanto, ojeaba sus apuntes en algunas hojas, encontrando así un dibujo de un corazón con las iniciales de Héctor y suyas.
- ¡Ay, Héctor! ¿Por qué no puedes fijarte en mí…? Venir con unas flores hermosas, y decirme que estás enamorado – Al instante apareció Héctor con un ramo de flores, corriendo hasta el cubículo de Elena...
- Te traigo estas flores, además, tengo que confesarte que estoy enamorado de ti – Elena se golpeaba con la palma de la mano la frente.
- Yo y mi gran bocota – En eso, de entre los pasillos de la oficina, con pasos firmes pero sensuales, apareció la mujer más sexy, pues la mayoría de los hombres la miraban con deseo. Héctor no era la excepción, así que, al pasar Rocío junto de él, la observó de arriba abajo.
- ¡No se te vayan a caer los ojos Héctor! – Los ojos saltaron de la cara de Héctor, y rodaron por debajo del escritorio.
- ¡Calla Elena! – Se tallaba la frente tratando de disipar ese leve hormigueo que le estaba surgiendo.
- ¡Mis ojos! Angustiado Héctor, buscaba en el suelo.
- Calma… No se te cayeron los ojos, y no te acuerdas de lo sucedido – Héctor se levantó del suelo, ya con sus ojos en la cara.
- ¿Qué estaba haciendo en el suelo? – Se sacudía el pantalón, mientras se ponía en pie.
- Estabas buscando mi lapicero… que se me cayó por debajo del escritorio.
- Ah cierto… – Algo confundido Héctor por lo sucedido.
- ¿Me dará un aumento?- Decía con sarcasmo Elena.
- Claro… ¿Qué estoy diciendo?... Lo tomare en cuenta... – El Sr. Reyes se alejaba mientras balbuceaba. Elena quedó estupefacta al ver que su mentira, sobre el accidente, se había hecho realidad.
- Calma Elena… me he librado esta vez… Ya no cometeré más idioteces – En eso, salía del elevador Héctor, que al igual que Elena, trabajaba en el misma compañía, sólo que en diferentes áreas.
- ¡No puede ser…! Lo que me faltaba para completar mi día – Se acercó Héctor a Elena.
- Hola – Con una gran sonrisa – Espero no hayas tenido algún problema de camino al trabajo, acabo de escuchar sobre el accidente ocurrido hace poco… ¿Estas bien? –
- Sí… todo de maravilla – La sonrisa nerviosa de Elena ya era una aditamento natural.
- Sí tienes algún malestar, me dices… - Mientras decía esto Héctor, Elena pensaba:
- “Parece un ángel” – Al instante unas alas le salían de la espalda a Héctor. Elena sorprendida, abrió los ojos, mientras Héctor, dirigía sus manos hacía la espalda.
- ¡No!... espera, no te tienes alas en la espalda – Estas, desaparecieron.
- ¿Dijiste alas? – Mientras preguntaba Héctor se revisó la espalda.
- Pues me retiro Elena, nos vemos a la hora del almuerzo –
- De acuerdo… cuídate – Sonreía torpemente mientras pensaba – “Tengo que ser cuidadosa hasta con lo que pienso. Esto no me puede estar pasando a mí… ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Mejor me voy a mí casa… ¡No! Ya sería el colmo con mi jefe… mejor trabajo, aquí calladita, y así no pasa nada.”
Elena comenzó a revisar el trabajo pendiente. Entre tanto, ojeaba sus apuntes en algunas hojas, encontrando así un dibujo de un corazón con las iniciales de Héctor y suyas.
- ¡Ay, Héctor! ¿Por qué no puedes fijarte en mí…? Venir con unas flores hermosas, y decirme que estás enamorado – Al instante apareció Héctor con un ramo de flores, corriendo hasta el cubículo de Elena...
- Te traigo estas flores, además, tengo que confesarte que estoy enamorado de ti – Elena se golpeaba con la palma de la mano la frente.
- Yo y mi gran bocota – En eso, de entre los pasillos de la oficina, con pasos firmes pero sensuales, apareció la mujer más sexy, pues la mayoría de los hombres la miraban con deseo. Héctor no era la excepción, así que, al pasar Rocío junto de él, la observó de arriba abajo.
- ¡No se te vayan a caer los ojos Héctor! – Los ojos saltaron de la cara de Héctor, y rodaron por debajo del escritorio.
- ¡Calla Elena! – Se tallaba la frente tratando de disipar ese leve hormigueo que le estaba surgiendo.
- ¡Mis ojos! Angustiado Héctor, buscaba en el suelo.
- Calma… No se te cayeron los ojos, y no te acuerdas de lo sucedido – Héctor se levantó del suelo, ya con sus ojos en la cara.
- ¿Qué estaba haciendo en el suelo? – Se sacudía el pantalón, mientras se ponía en pie.
- Estabas buscando mi lapicero… que se me cayó por debajo del escritorio.
- Ah cierto… – Algo confundido Héctor por lo sucedido.
Continuación, contáctarme...
2 comentarios:
Hola, lo leí.. es muy bueno... aveces los sueños pueden hacernos llegar a la realidad, darse cuenta de la realidad duele, el mundo es de imagenes, de deseos, sin los deseos estamos muertos, sin la realidad los sueños no existen...
Realmente me gustaria saber el desenlace de esta historia... el poder de la mente es increible
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