domingo, 21 de octubre de 2007

Muerte

Donde la nostalgia de la alegría se vuelve presente dentro de los ojos de la ausencia, el dolor se hace latente con cada respiro y cada suspiro se convierte en polvo de un recuerdo.

El recuerdo se pierde en un grito ahogado de la nostalgia, y la pérdida es solo la liberación de un encadenamiento, atado a la propia vida.

Gritando para romper lo efímero de la existencia, sintiéndose presa de la voluntad sin poder ejercerla por la dimensión de un eco que jamás replicará.

Donde la desdicha es y no será, pues con cada paso se marca en el alma un alivio que se borra con cada respiro.

Bajando por la locura, hasta llegar a la inocencia de la filosofía, caminando sin recorrer ni siquiera un parpadeo, viendo a través de los ojos de la nada, para divisar la absoluta contemplación del ser.

Mirando sin mirar, en un espejo vacío, pero sabiendo que se mira y que no refleja la silueta del observador. El sujeto se estremece en la insolubilidad de su ser, pues no sabe donde acaba su cuerpo y donde comienza el mundo.

Donde un corazón significa un ideal universal, aquel que sueña y crea esperanzas dentro de un caos de sentimientos. El calor de un cuerpo se vuelve frialdad pura por el egoísmo de la contemplación en el lago.

Inexistencia tragada por la incertidumbre e inefabilidad de las palabras del hombre. Temor y alegría, pues es a la vez un sufrimiento la ignorancia y es un placer el olvido.

Donde el círculo se rompe y se reconstruye una infinidad de veces hasta que el alma lo desea y da paso a la vida.

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