domingo, 8 de febrero de 2015

La muserinia

Desdichada, ¿por qué vienes ahora? ¿No te ausentaste por más de cuatro años? Quizás te escondiste en un rincón de mi cuarto, donde no pasaba la escoba. ¿Dices que te abandoné? ¿Huiste o te espanté? Seguro habrás estado atormentando a cualquier otro hombre con ideas a la mano, café y cigarros. Pasamos tantas cosas juntos ¿te has olvidado de cuántas palabras me hacías escribir? Pues te lo recuerdo. Me hiciste escribir disque cuentos y poemas. Torturaba a mis amigos leyéndoles tus mensajes. Me sentía un pueta, porque eso es lo que originas, puetas.
Antes no conocía tu nombre, más bien te decía de muchas maneras: melancolía, tristeza, angustia… ahora entiendo que eres la hija de una Musa y una Nereida. Sí, así es. No tienes el perfil de una bella musa que cantas himnos al oído. Vienes con tus palabras a recordarme las desgracias, la ausencia, eso es lo que hacen las nereidas.
Pasa, toma asiento, haz estado mucho tiempo en el suelo. ¿Quieres un café o prefieres un poco de vino? Pero queda una advertencia, no te acomodes, porque pronto habrá limpieza en el cuarto y saldrás. 

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