domingo, 27 de junio de 2010
sábado, 26 de junio de 2010
La taza rota (III)
La mayoría de las personas en la ciudad no sabíamos que sucedía. La primera señal del desconcierto fue el corte de la luz en la ciudad. Yo estaba en la casa leyendo cuando se apagaron las luces, corrí hacía la ventana para verificar si solamente había sido en el edificio o en toda la ciudad. Sonó el teléfono, llamaba mi amigo Eduardo, estaba muy agitado:
- ¿Qué sucede? – Pregunté.
- La ciudad es una calamidad, la mayoría de las personas han comenzado a dejar sus casas, los militares están evacuando.
- ¿Por qué?
- Pues… corre un rumor…
- ¿Qué rumor?
- Dicen que la ciudad fue tomada, un grupo terrorista ha matado al gobernador. Los policías y el ejército están investigando.
- No es posible… ¿Porqué han cortado la luz?
- Probablemente los terroristas la han cortado para provocar el pánico… ¡Tenemos que marcharnos de la ciudad!
- ¿Bueno? ¿Eduardo, sigues ahí? – La llamada se perdió.
Al principio me quedé congelado, colgué el teléfono. Escuché varias alarmas de sirena. Corrí hacia la ventana quitando las persianas. El cielo nocturno era bombardeado por varias luces de exploración, los helicópteros policíacos lo surcaban. Las calles eran inundadas por un rio de personas. Tomé el abrigo, busqué en el cajón la pistola que guardaba, la tomé y guarde en el pantalón. En ese instante, como un rayo atravesó en mi mente la imagen de Susana, aquella mujer que pretendía desde varios meses. Lo más seguro es que estaba en la cafetería. Salí del departamento, bajé las escaleras. Varios de mis vecinos habían huido dejando sus casas abandonadas. Cuando abrí la puerta del edificio quedé congelado al ver el torrente de personas, el exilio estaba en proceso.
Mujeres y hombres caminaban con dificultad. En sus rostros se mostraba la incertidumbre. Un militar con un altavoz decía: ¡Caminen, no corran, vayan al puente, ahí los ayudará el ejército para salir de la ciudad! Me integré a la procesión. No podía pensar mas que en Susana. Rebasaba personas, incluso empujé a más de una. Un policía me llamó la atención:
- Deme su identificación ¿Por qué tanta prisa? –
- Tengo que ver a una amiga, quiero saber si está bien. – El policía examinaba la identificación.
- Váyase, pero sin prisas, tenga cuidado y será mejor que vaya al puente.
Después de varias cuadras llegué a la cafetería, que se llama El limbo. Intenté entrar pero la puerta estaba cerrada. Toqué y me asomé por el cristal de la puerta de madera. El dueño me reconoció y abrió la puerta.
- ¿Muchacho, qué haces aquí? – Preguntó Joaquín.
- Vengo a buscar a Susana.
- Ella está aquí, ve a la cocina. Muchacho, puedes decirme qué sucede.
- Es un golpe de estado.
- ¿Un golpe…?-
- Sí, es lo que sé… están evacuando la ciudad.
La taza rota (II)
Eran las palabras de un gran escritor que daba una conferencia en la universidad. Estaban presentes grandes personalidades, era la crema y nata del mundo literario y cultural. También había estudiantes de diferentes facultades, en especial de literatura y filosofía. Era divertido escuchar las pláticas entre ambos tribus. Unos discutían la importancia y uso de la fonética, mientras que los filósofos disertaban con el problema de la interpretación. Uno de los asistentes se aburrió del ambiente pedante de los presentes, de las preguntas rebuscadas y de las respuestas todavía más incomprensibles. Salió del gran auditorio y se dirigió a un puesto de café.
- Hola, ¿qué tal?- Preguntó Nicolás a la empleada.
- Muy bien. - Respondió
- Un café por favor. –
- ¿Con leche verdad? – Preguntó la empleada.
- Sí –
La empleada sacó la taza y comenzó a preparar el café. Los alumnos de la facultad podían llevar su taza y guardarla para no gastar en vasos de papel; así se ahorraban unos cuantos pesos. La maquina despachadora comenzó a producir un sin fin de ruidos, cualquiera que no supiera como funciona pensaría que era una máquina mágica.
Terminó de preparar el café y se lo dio a Nicolás. La taza estaba rota del mango.
- Una pregunta, porqué esta rota la taza – Dijo la empleada. – Supongo que detrás tiene una gran historia.
- Pues no… Trabajo también en un café. Saqué la taza y por descuido se me cayó, se rompió y pues me la quedé. No tiene una gran historia como pensabas. – La empleada comenzó a reírse.
- Es que mi imaginación vuela con estos pequeños detalles, no sé si te pase lo mismo.
- Sí, la verdad que sí, puedo crear un sin fin de historias a partir de un suceso.
- Me acordé del libro que estoy leyendo en este momento. Se llama La taza rota. – Dijo la empleada sacando el libro y extendió la mano para ofrecérselo a Nicolás. Él lo tomó y lo hojeó.
- Se ve que está bueno, luego me lo prestas.
- Sí, claro, sólo deja que termine y te lo doy.
Nicolás le pagó y se alejó del café. Mientras la empleada retomaba la lectura donde la había dejado.
domingo, 20 de junio de 2010
La taza rota
Generalmente no vemos las múltiples relaciones que hay en nuestro entorno. La realidad parece una red, donde cada punto por más alejado que parezca está conectado de manera directa o indirecta…
- Escucha- Dijo Alicia a Mónica.
- Sí… típica plática de intelectuales de café – Hizo una mueca Mónica.
- Me decías que no puedes dormir desde hace mucho – Expresó Alicia.
- Es abrumador, no logro conciliar el sueño, doy vueltas en mi cama, y últimamente con los calores de verano es insoportable. Además, después de trabajar todo el día en la editorial llego a la casa con un montón de ideas en la cabeza; líneas y líneas de palabras, de textos que hay que corregir y revisar. Cuando llego a casa y me acuesto, en mi mente comienzan a desfilar todas aquellas palabras, las ideas, anécdotas, historias… es abrumador, es una pesadilla.
- Amiga, debes de dejar tu trabajo en la calle. ¿Has intentado hacer yoga…? - Fue interrumpida por Mónica.
- ¿A qué hora amiga? Todo el día estoy en el trabajo, y los fines de semana tengo labores en el instituto. Sólo me falta vender garnachas los domingos. – Mónica se sacudió la cabeza, indicando su estado de tensión.
- Otra forma de relajarte es leyendo pero es lo que haces todos los días. – Alicia se colocó detrás de Mónica y comenzó a darle un masaje.
Mónica y Alicia siguieron charlando en el café, la luz tenue se iba intensificando con la llegada de la noche. La pareja de intelectuales que estaba cerca de la mesa de Mónica Y Alicia tenían bastante tiempo que se habían marchado. Alicia y Mónica pagaron la cuenta y se levantaron de la mesa.
- ¿Ya viste? – Preguntó Mónica.
- No, ¿qué? –
- Dejaron un libro en la mesa. – Dijo Mónica. Alicia se acercó y lo agarró.
- “La taza rota” de David Reyes. – Examinó el libro Alicia.
- Deja eso y vámonos que se nos hace tarde. Vamos con un camarero y se lo dejamos, a lo mejor regresan por él. Además quién es ese David Reyes – Dijo Mónica molesta.
- A lo mejor no regresan por él. ¡Mira! No es muy grueso, porque no te lo llevas y lo lees, sirve que lees algo de alguien que no conoces. – Caminó Mónica dejando atrás a Alicia.
- ¡Mónica! No seas payasa. – La detuvo del brazo y le depositó el libro en su bolsa.
Mónica llegó a su casa, prendió una luz tenue, se quitó los zapatos y se sentó en el sofá dejando la bolsa junto a ella. Mónica parecía un costal de papas en el sofá, estaba agotada y prendió con dificultad la luz de la lámpara. Agarró su bolsa para buscar una aspirina, las cuales nunca faltaban. Pero había un nuevo elemento en la bolsa. Metió la mano buscando sus famosas aspirinas y sintió algo que no reconoció sacándola rápidamente. Soltó un grito y examinó la bolsa con cuidado, puso la bolsa a la luz y vio una pequeña rata de peluche.
-¡Alicia! Me vas a matar de un coraje y de un susto algún día.
Sacó la rata de peluche que tenía una nota: “Con mucho cariño para mi mejor amiga: Alicia”. Volvió a meter la mano en la bolsa y se enfureció aun más por encontrar el libro de la cafetería. Tomó el ejemplar de “La taza rota” de David Reyes. En la contraportada decía: “La búsqueda de una historia, siempre detrás de alguna o la simple casualidad que te remite a un título y a una historia. La taza rota quizás tenga una historia, quizás no”. Mónica se quedó pensando por un momento, consideró que ese párrafo no decía nada. Abrió el libro y comenzó a leer.
Carlos Monsiváis
sábado, 19 de junio de 2010
domingo, 13 de junio de 2010
El refugio
Aquél limbo
que protege y ampara,
cuida y resguarda.
Ahí estás tú
con una sonrisa.
En un rincón te observo
y la música se mezcla
con tu cariño
que me cuida y resguarda,
que protege y ampara.
Aurora
sábado, 12 de junio de 2010
Vértigo
Veía el cielo nocturno cuando eso llegó.
Sentí que las estrellas caían de pronto.
Aquellas luces se diluían en líneas.
La noche se oscureció.
Lo efímero de un suspiro,
Lo delicado de la vida
La angustia de la nada
El vértigo que ahoga.
Las escalinatas y la mujer que grita
La noche de la ciudad,
Y el puente sobre la nada.
Poca generosidad,
Simplemente el odio
de los hombre
Era eso lo que rompía
La luna y el cielo
Volverán las estrellas
A la tierra de la que huyeron
En esos tiempos oscuros
Espero que así sea…
sábado, 5 de junio de 2010
Mirada breve
La mirada es todo y es nada. Es nuestra carta de presentación y con ella misma recibimos o no. ¿Cuántas veces no hemos evadido la mirada simplemente porque no queremos que nos vea o nos hable alguna persona? Pasamos de largo sin mirar, luego pensamos que si nos vio aquella persona pensará que nosotros no le hemos visto. Cuando deseamos que alguien nos mire, una persona absorta en su mundo, la miramos constantemente hasta que sienta la mirada y nos voltee a ver con una sonrisa. Deseamos ser vistos en ocasiones, cuando nos sentimos alegres y confiados de nuestra situación. La mirada se pierde cuando se está triste, se baja y cae en el suelo luego se dispara en busca de lo perdido. Podemos decir con la mirada a quienes nos rodean que sufrimos o que gozamos, transmitimos emociones con la mirada, pues ella habla por nosotros. Aquél que nos mira no nos reconoce, y jugamos a ignorar, a decirle al otro con los ojos “no me importas porque no te veo”. Hay miradas que matan y miradas dulces, que alegran o que ahuyenta. En pocas palabras la mirada es todo y nada, todo porque con ella realizamos varias acciones: reconocemos, ignoramos, evadimos, transmitimos sentimientos e ideas, ¿cuántas veces hemos avisado a alguien de que no hable de algo por medio de la mirada?, y nada porque es tan furtiva como un parpadeo, un vistazo… mirar de manera rápida a una persona que nos gusta y seguir sin voltear.