domingo, 19 de septiembre de 2010

Una merienda de locos


- En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor…

- ¿Por qué no quieres acordarte? – Interrumpió la niña.

- Es una larga historia que comienza así: En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…

- Estás volviendo a repetir la historia. ¿Por qué no quieres acordarte? – Preguntó nuevamente la niña al pequeño Lirón.

- Tuve un desaire con el Quijote, era un hombre muy cuerdo. – Dijo el Lirón.

- El Quijote me regaló este reloj. – Dijo el Sombrerero viendo al Lirón como caía sobre su plato. – Creo que otra vez se volvió a dormir el Lirón. -¿Qué día del mes es hoy? – Veinticuatro – Le respondió la Liebre de Marzo. – Justo lo que pensé, tiene dos días de retraso. Te dije que la mantequilla no le sentaría bien a la maquinaria.

- ¡Cuéntanos un cuento, Alicia! – Ordenó el Sombrerero. - No me sé ninguno… - Respondió. - Mejor cambiemos de tema ¿Has ido de Comala? – Preguntó el Sombrerero a Alicia.

- No, nunca había escuchado ese nombre. - Yo tampoco. Dijo el Sombrerero.

- Vine a Comala… porque me dijeron que acá… vivía mi padre, un tal Pedro Páramo… Mi madre me lo dijo… - Decía entre sueños el Lirón.

- Tengo una historia que contarles. – Exclamó la Liebre de Marzo.

- ¡Cuenta, cuenta! – Habló el Sombrerero levantándose de su silla.

- Está bien. Había una pequeña niña que vivía en París, ella tenía una casa que había dejado al cuidado de un hombre. Este hombre vomitaba conejitos, uno por día. Eran tan pequeños que cabían en su mano.

- ¿Vomitaba conejitos? Eso es muy extraño. – Dijo Alicia.

- No lo es. – Respondió el Sombrerero. –

- ¿Y qué hacía con ellos? – Preguntó Alicia mirando a la Libre.

- Al principio los guardaba en el ropero, pero comenzaron a ser demasiados y… - ¡Quiero una taza limpia! – Interrumpió el Sombrerero- Avancemos todos un lugar. – Se levantaron y la Liebre agarró al Lirón por el cuello colocándolo en otra silla.

- Han escuchado está historia: Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo… - Dijo el Lirón.

- La historia de los Buendía… años y años… ¿cuántos fueron? – Volteó el Sombrerero a ver a Alicia y ella sólo sonrió. – Lirón, eres tan aburrido como tu amigo Borges. - ¿Borges? – ¡Hay cinco Borges! – Dijo el Lirón.

- ¡El más desagradable de los cinco! A ese me refiero. – Exclamó el Sombrerero. -Por cierto pequeña niña, sabías que hay personas que se dedican a estudiar los libros. - Sí – Respondió Alicia un poco temerosa.

- ¡Oh! ¿Y cómo son? – Pues… - Se quedó pensando Alicia. – Son personas muy educadas… - Fue interrumpida por la Liebre de Marzo - Son muy raros, algunos se la pasan leyendo todos los días sin descanso… -

- Tienen ojeras. – Interrumpió el Lirón. – Hablan de la esencia del lenguaje y su origen – Dijo la Liebre de Marzo. –

- ¿Y qué has leído niña? – Miró fijamente el Sombrerero a Alicia. – Pues a mi me gustan las aventuras del niño mago Harry… - No digas ese nombre - Gritaron todos callando a Alicia. – Está prohibido hablar de ese niño. – Murmuraba el Sombrerero. - La reina de corazones podría…

- ¡Qué le corten la cabeza! – Se escuchó a lo lejos.

- Eso, a eso me refiero – Dijo el Sombrerero. Mejor no digas más.

- Pero si a mi me gusta…

- ¡cállate! Nos cortarán la cabeza – la interrumpió el Sombrerero.

Alicia se levantó muy disgustada y se alejó de allí. El Lirón cayó dormido en el acto, y ninguno de los otros dio la menor muestra de haber advertido su marcha, aunque Alicia miró una o dos veces hacia atrás, casi esperando que la llamaran. La última vez que los vio estaban intentando meter al Lirón dentro de la tetera. – ¡Por nada del mundo volveré a poner los pies en ese lugar! – se dijo Alicia, mientras se adentraba en el bosque. - ¡Es la merienda más extraña a la que he asistido en toda mi vida! -

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