A partir de la lectura sobre la editorial del semanario Desde la fe, publicado el 31 de julio
del presente año, surgen algunos aspectos que parecen obviarse como es el
derecho a la libertad de culto y a la separación entre iglesia y estado. La
editorial titulada ¿Por qué la Iglesia se
opone a la iniciativa del Presidente que promueve el “matrimonio igualitario”? expone a sus lectores el por qué el matrimonio
igualitario provoca un daño espiritual. Lo primero que afirman es que la
iglesia no discrimina a los homosexuales puesto que el Catecismo de la iglesia
Católica señala que las relaciones homosexuales “no pueden recibir aprobación”
(CEC 2357), pero “deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza…” (CEC
2358). A partir de esto se indica que la iglesia busca el beneficio espiritual,
el mismo que se busca a las demás personas (solteros, divorciados o viudos).
Afirman que no es un afán para molestarlos sino para beneficiarlos: No quiere
que sean utilizados como simples objetos de placer, sino que se respete su
inestimable dignidad de hijos del Padre celestial.
Después de esto se expone una
antropología mostrando lo que es un ser humano: hijo de Dios, con cualidades, miembro
de una familia y de una sociedad, no es un objeto sexual o un cuerpo con mero
apetito. Se limitan a decir que la relación sexual es una expresión de amor
entre hombre y mujer, es una entrega sostenido por Dios cuya gracia es dada a
los esposos: Fuera del Matrionio la relación sexual satisface de momento pero
deja un vacío espiritual. La Iglesia sólo admite el Matrimonio entre hombre y
mujer, porque así lo establece la Palabra de Dios”. Argumentos que son
conocidos y se siguen fundamentando es
su libro sagrado. Luego se siguen dando citas donde se alude a la prohibición
de la homosexualidad hasta llegar a sustentar que los angloparlantes “llaman a
los heterosexuales straight, es decir
rector, término aceptado por los
propios homosexuales, y que implica que la homosexualidad es una desviación”.
La editorial continúa diciendo
que todo ser humano tiene desviaciones (los pecados capitales los cuales fueron
establecidos no por su libro sagrado, sino por el papa San Gregorio (540 – 604).
Se habla de la defensa que haría la iglesia ante un grupo de mentirosos que
intenten establecer que la mentira es buena y normal. Se habla también de que
el Estado puede estar bajo la presión popular para legalizar esta desviación y
mentira. Lo cual es escandalosos puesto que dios ordena “no mentirás”. De ahí
que la iglesia condene la homosexualidad, esto por lo anteriormente citado.
Para finalizar indican que esta creencia lo que busca es la compresión de los
homosexuales invitándolos a vivir en continencia y castidad.
A partir de lo anterior aparecen
varios problemas: al derecho de culto, lingüístico y político. El primer elemento puede nombrarse
como una “confesión religiosa”, concepto usado por Umberto Eco (1997). Estas
declaraciones exponen de forma clara la postura de la iglesia ante la
homosexualidad. Dicho aspecto suena escandaloso y muchos podrán decir que hay
problemas más urgentes que atender. El problema radica en la imposición velada
de estos grupos por lo que provocan un discurso carente de reflexión. Para
comprender este fenómeno podemos recurrir al diálogo que establece Umberto Eco
y Carlo maría Martini, ejercicio llevado a cabo en la revista Liberal y que fue recopilado más
adelante con el título ¿En qué creen los que
no creen? En un apartado el filósofo italiano expone incertidumbre al no
encontrar razones para que las mujeres deban ser excluidas del sacerdocio. Para
determinar esta pregunta primero plantea unas premisas:
A)
Cualquier autoridad religiosa,
independientemente de su creencia, tienen el derecho de pronunciarse sobre principios
éticos: “incluso si se expresa como crítica del modo de vida del no creyente”.
B)
El caso en que un no creyente puede reaccionar es
“cuando una confesión tienda a imponer a los no creyentes, o a los creyentes de
otra fe, los comportamientos que las leyes del Estado o de su religión no
prohíben, o a prohibir otras que las leyes del Estado o de su religión, en
cambio, aceptan”
C)
El no creyente no tiene derecho a criticar el
modo de vida del creyente al menos que “esto vaya en contra de las leyes del
Estado”.
Los antecedentes son claros y continúa Eco al determinar un
prejuicio constante en nuestra cultura contemporánea: la confesión religiosa
sobre un modo de vida se considera óptimo, pero la visión de un laico debería “considerar
óptimo cualquier modo de vida que sea efecto de una elección libre, siempre y
cuando ésta no impida las elecciones de otros”.
Estas premisas exponen un
reconocimiento a la libertad de culto y de expresión tomando en cuenta el no
sometimiento a las personas que no comparten dicha visión religiosa, sea o no
creyente. La idea principal puede sustentarse mediante lo siguiente: “No tengo
ninguna razón para objetar el hecho de que la religión musulmana prohíba el consumo
de sustancias alcohólicas; si no estoy de acuerdo, no me convierto en musulmán.
No veo por qué los laicos deban escandalizarse porque la Iglesia católica
condena el divorcio: si quieres ser católico, no te divorcies…”. Esta idea
puede ser un llamado para dejar pasar los discursos de la iglesia. No obstante,
el problema radica en que la iglesia intenta por varios medios instaurar sus
creencias en la vida pública. El caso es que México es un país multicultural y
donde cohabitan cientos de creencias. Otro sector simplemente puede
considerarse atea, no creyente o laica. La pregunta de fondo es: ¿por qué un
creyente debería de seguir las recomendaciones de la iglesia cuando no es parte
de esa comunidad? El asunto es que se crea un estigma ante la homosexualidad,
problema que aumenta con este tipo de llamados “inocentes”. El laico o no
creyente no tiene ninguna obligación por seguir estas indicaciones. El discurso
presentado en esta editorial puede ser interpretado como una mirada cariñosa y
de aceptación; sin embargo, el lenguaje usado sigue aludiendo a una
segregación. La comunidad queer exige al Estado un reconocimiento de sus
derechos, entre los cuales está el derecho a la unión civil. La iglesia no
tiene injerencia en este asunto puesto no se solicita que ésta abra sus puertas
al matrimonio homosexual. Claramente el discurso secular es engañoso, porque
desde su horizonte de creencias esto es inadmisible a partir de las escrituras.
El asunto está en que lo
anterior tampoco es válido. Ellos argumentan desde la verdad trascendental de
un libro. Como sabemos hay varias religiones con sus respectivos libros
sagrados. El problema es que buscan legitimar su perspectiva anulando las
demás. Es ahí donde radica el problema y el descontento de muchos.
Por otra parte, la acotación que
hacen sobre el uso de la palabra straigh
es peculiar porque presenta una visión lingüística reduccionista. Hace pensar
que esta iglesia no le es suficiente con citar a su libro sagrado, recurre por
lo tanto a aspectos del uso del lenguaje el cual no es dinámico y diacrónico.
Aspecto que parece olvidar, a su conveniencia, la iglesia. El uso de la palabra
straigh es para, como lo menciona, los angloparlantes, no para la totalidad de
las lenguas, puesto que en español se utiliza la palabra: heterosexual. Esta
palabra no alude, como la inglesa, a un sesgo de “rectitud” como pretende
presentar la iglesia. En ese caso podríamos tachar a las personas zurdas de
diabólicas, porque la palabra alude a lo siniestro, mano opuesta a la derecha,
definición que aparece en la séptima acepción de la DEL. Esta defensa exacerbada
del lenguaje por parte de la iglesia católica presenta argumentos que pueden
caer en lo absurdo. El caso más conocido es la alusión al origen etimológico de
la palabra matrimonio, palabra que deriva del latín que alude a matrem (madre) y monium (calidad de). De esto se basa la iglesia en decir que el
matrimonio es “en esencia” privativo del hombre y la mujer. Mencionan que la
unión entre personas del mismo sexo no puede ser denominado como matrimonio de
lo contrario debería cambiarse la palabra. Nuevamente, se olvida el uso y
evolución del lenguaje. El caso puede objetarse al aludir a la palabra salario que proviene de igual forma del
latín y que significa de sal o pago de sal. La idea proviene de la antigua Roma
donde se pagaba mediante sal. En ese caso, siguiendo la lógica de la iglesia,
entonces se debería pagar con sal, incluso el diezmo debería ser dado con
saleros.
Para cerrar podemos decir que la
iglesia tiene todo el derecho de manifestarse pero estamos en desacuerdo en
tanto que sus discursos crean un ambiente de odio e intolerancia al llamar a
los homosexuales “desviados” o “antinaturales”. La concepción de lo “natural”
es una construcción social que se ha ido modificando a lo largo de las épocas.
Este argumento obviamente es tildado de falaz por una visión metafísica de la
realidad donde todo tiene una esencia. Lo preocupante es ver de qué manera usan
el discurso a su antojo para manipular a las personas. Las computadoras, desde
esta visión, no son naturales, son artificiales pero nadie de ellos se rasga
las vestiduras para señalar que deberían ser prohibidas; al contrario, usan
estos nuevos medios para expandir su mensaje, sea atinado o no.
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