lunes, 1 de agosto de 2016

La imposición velada


A partir de la lectura sobre la editorial del semanario Desde la fe, publicado el 31 de julio del presente año, surgen algunos aspectos que parecen obviarse como es el derecho a la libertad de culto y a la separación entre iglesia y estado. La editorial titulada ¿Por qué la Iglesia se opone a la iniciativa del Presidente que promueve el “matrimonio igualitario”?  expone a sus lectores el por qué el matrimonio igualitario provoca un daño espiritual. Lo primero que afirman es que la iglesia no discrimina a los homosexuales puesto que el Catecismo de la iglesia Católica señala que las relaciones homosexuales “no pueden recibir aprobación” (CEC 2357), pero “deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza…” (CEC 2358). A partir de esto se indica que la iglesia busca el beneficio espiritual, el mismo que se busca a las demás personas (solteros, divorciados o viudos). Afirman que no es un afán para molestarlos sino para beneficiarlos: No quiere que sean utilizados como simples objetos de placer, sino que se respete su inestimable dignidad de hijos del Padre celestial.
Después de esto se expone una antropología mostrando lo que es un ser humano: hijo de Dios, con cualidades, miembro de una familia y de una sociedad, no es un objeto sexual o un cuerpo con mero apetito. Se limitan a decir que la relación sexual es una expresión de amor entre hombre y mujer, es una entrega sostenido por Dios cuya gracia es dada a los esposos: Fuera del Matrionio la relación sexual satisface de momento pero deja un vacío espiritual. La Iglesia sólo admite el Matrimonio entre hombre y mujer, porque así lo establece la Palabra de Dios”. Argumentos que son conocidos  y se siguen fundamentando es su libro sagrado. Luego se siguen dando citas donde se alude a la prohibición de la homosexualidad hasta llegar a sustentar que los angloparlantes “llaman a los heterosexuales straight, es decir rector, término aceptado por los propios homosexuales, y que implica que la homosexualidad es una desviación”.
La editorial continúa diciendo que todo ser humano tiene desviaciones (los pecados capitales los cuales fueron establecidos no por su libro sagrado, sino por el papa San Gregorio (540 – 604). Se habla de la defensa que haría la iglesia ante un grupo de mentirosos que intenten establecer que la mentira es buena y normal. Se habla también de que el Estado puede estar bajo la presión popular para legalizar esta desviación y mentira. Lo cual es escandalosos puesto que dios ordena “no mentirás”. De ahí que la iglesia condene la homosexualidad, esto por lo anteriormente citado. Para finalizar indican que esta creencia lo que busca es la compresión de los homosexuales invitándolos a vivir en continencia y castidad.


A partir de lo anterior aparecen varios problemas: al derecho de culto, lingüístico y  político. El primer elemento puede nombrarse como una “confesión religiosa”, concepto usado por Umberto Eco (1997). Estas declaraciones exponen de forma clara la postura de la iglesia ante la homosexualidad. Dicho aspecto suena escandaloso y muchos podrán decir que hay problemas más urgentes que atender. El problema radica en la imposición velada de estos grupos por lo que provocan un discurso carente de reflexión. Para comprender este fenómeno podemos recurrir al diálogo que establece Umberto Eco y Carlo maría Martini, ejercicio llevado a cabo en la revista Liberal y que fue recopilado más adelante con el título ¿En qué creen los que no creen? En un apartado el filósofo italiano expone incertidumbre al no encontrar razones para que las mujeres deban ser excluidas del sacerdocio. Para determinar esta pregunta primero plantea unas premisas:
A)    Cualquier autoridad religiosa, independientemente de su creencia, tienen el derecho de pronunciarse sobre principios éticos: “incluso si se expresa como crítica del modo de vida del no creyente”.
B)     El caso en que un no creyente puede reaccionar es “cuando una confesión tienda a imponer a los no creyentes, o a los creyentes de otra fe, los comportamientos que las leyes del Estado o de su religión no prohíben, o a prohibir otras que las leyes del Estado o de su religión, en cambio, aceptan”
C)     El no creyente no tiene derecho a criticar el modo de vida del creyente al menos que “esto vaya en contra de las leyes del Estado”.
Los antecedentes son claros y continúa Eco al determinar un prejuicio constante en nuestra cultura contemporánea: la confesión religiosa sobre un modo de vida se considera óptimo, pero la visión de un laico debería “considerar óptimo cualquier modo de vida que sea efecto de una elección libre, siempre y cuando ésta no impida las elecciones de otros”.
Estas premisas exponen un reconocimiento a la libertad de culto y de expresión tomando en cuenta el no sometimiento a las personas que no comparten dicha visión religiosa, sea o no creyente. La idea principal puede sustentarse mediante lo siguiente: “No tengo ninguna razón para objetar el hecho de que la religión musulmana prohíba el consumo de sustancias alcohólicas; si no estoy de acuerdo, no me convierto en musulmán. No veo por qué los laicos deban escandalizarse porque la Iglesia católica condena el divorcio: si quieres ser católico, no te divorcies…”. Esta idea puede ser un llamado para dejar pasar los discursos de la iglesia. No obstante, el problema radica en que la iglesia intenta por varios medios instaurar sus creencias en la vida pública. El caso es que México es un país multicultural y donde cohabitan cientos de creencias. Otro sector simplemente puede considerarse atea, no creyente o laica. La pregunta de fondo es: ¿por qué un creyente debería de seguir las recomendaciones de la iglesia cuando no es parte de esa comunidad? El asunto es que se crea un estigma ante la homosexualidad, problema que aumenta con este tipo de llamados “inocentes”. El laico o no creyente no tiene ninguna obligación por seguir estas indicaciones. El discurso presentado en esta editorial puede ser interpretado como una mirada cariñosa y de aceptación; sin embargo, el lenguaje usado sigue aludiendo a una segregación. La comunidad queer exige al Estado un reconocimiento de sus derechos, entre los cuales está el derecho a la unión civil. La iglesia no tiene injerencia en este asunto puesto no se solicita que ésta abra sus puertas al matrimonio homosexual. Claramente el discurso secular es engañoso, porque desde su horizonte de creencias esto es inadmisible a partir de las escrituras.
El asunto está en que lo anterior tampoco es válido. Ellos argumentan desde la verdad trascendental de un libro. Como sabemos hay varias religiones con sus respectivos libros sagrados. El problema es que buscan legitimar su perspectiva anulando las demás. Es ahí donde radica el problema y el descontento de muchos.
Por otra parte, la acotación que hacen sobre el uso de la palabra straigh es peculiar porque presenta una visión lingüística reduccionista. Hace pensar que esta iglesia no le es suficiente con citar a su libro sagrado, recurre por lo tanto a aspectos del uso del lenguaje el cual no es dinámico y diacrónico. Aspecto que parece olvidar, a su conveniencia, la iglesia. El uso de la palabra straigh es para, como lo menciona, los angloparlantes, no para la totalidad de las lenguas, puesto que en español se utiliza la palabra: heterosexual. Esta palabra no alude, como la inglesa, a un sesgo de “rectitud” como pretende presentar la iglesia. En ese caso podríamos tachar a las personas zurdas de diabólicas, porque la palabra alude a lo siniestro, mano opuesta a la derecha, definición que aparece en la séptima acepción de la DEL. Esta defensa exacerbada del lenguaje por parte de la iglesia católica presenta argumentos que pueden caer en lo absurdo. El caso más conocido es la alusión al origen etimológico de la palabra matrimonio, palabra que deriva del latín que alude a matrem (madre) y monium (calidad de). De esto se basa la iglesia en decir que el matrimonio es “en esencia” privativo del hombre y la mujer. Mencionan que la unión entre personas del mismo sexo no puede ser denominado como matrimonio de lo contrario debería cambiarse la palabra. Nuevamente, se olvida el uso y evolución del lenguaje. El caso puede objetarse al aludir a la palabra salario que proviene de igual forma del latín y que significa de sal o pago de sal. La idea proviene de la antigua Roma donde se pagaba mediante sal. En ese caso, siguiendo la lógica de la iglesia, entonces se debería pagar con sal, incluso el diezmo debería ser dado con saleros.

Para cerrar podemos decir que la iglesia tiene todo el derecho de manifestarse pero estamos en desacuerdo en tanto que sus discursos crean un ambiente de odio e intolerancia al llamar a los homosexuales “desviados” o “antinaturales”. La concepción de lo “natural” es una construcción social que se ha ido modificando a lo largo de las épocas. Este argumento obviamente es tildado de falaz por una visión metafísica de la realidad donde todo tiene una esencia. Lo preocupante es ver de qué manera usan el discurso a su antojo para manipular a las personas. Las computadoras, desde esta visión, no son naturales, son artificiales pero nadie de ellos se rasga las vestiduras para señalar que deberían ser prohibidas; al contrario, usan estos nuevos medios para expandir su mensaje, sea atinado o no.