miércoles, 17 de junio de 2015

Miscelánea


Monólogo 

Cuando platico contigo termina siendo un monólogo. Tus frases no salen de: “yo pienso que…, considero que…, a lo mejor tiene que ver con…”. Contigo una conversación contigo no es posible porque evitas preguntar a tu interlocutor, es más, presupones la respuesta: “yo leí a tal autor, tú sabrás mejor que yo”. Caes en un solipsismo vertiginoso donde anulas a tu escucha. Sospecho, espero no caer en tu mismo juego, que el afán por el monólogo encubre un miedo a escuchar al otro, a ser interpelado, cuestionado e incluso pareces temer a ser descubierto. Guardas con recelo lugares de tu ser, deseos y anhelos. 

Estigma

Una niña invidente y autista es agredida por sus compañeros de primaria. Sino es una es la otra dirían por ahí. Las personas que pueden ser agredidas son las siguientes: las pobres, las ricas, los hombres afeminados, las mujeres masculinas, los feos, las mujeres, el que tiene una religión distinta a la cristiana, las personas analfabetas e iletradas, los gays, los transexuales, y una largo etcétera. Estamos cansados de ser estigmatizados, excluidos y agredidos. Las conductas discriminatorias brotan por doquier. Parece imposible dejar ser al otro con sus diferencias. Noticia de última hora: ¡Somos distintos! Tenemos visiones múltiples de la realidad, nos conforma una fisiología que excede los ideales, nuestras capacidades intelectuales no siempre son las que desearíamos… Hay muchas frases que se escuchan en una escuela para estigmatizar al otro: “qué nena eres”, “eres gay”, “eres un menso”… Podríamos decir más ejemplos, pero creo se reducen a lo mismo: “no seas débil (aludiendo a una imagen estereotípica de la mujer)”. Los hombres no lloran, no le gustan los otros hombres, las mujeres deben ser mujeres en todo el sentido de la palabra. Estigmaticemos el estigma.

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