¿Qué ha sido de ti…? No sé cómo nombrarte porque siempre te
consideraste queer. Haz pasado al archivo de los fantasmas. En algunos momentos
te veo caminar hacia tu salón de clases. Somos dos figuras entre otras más, sin
significado. Nunca sabré, quizás, porque se acabó nuestra amistad, porqué
dejaste de hablarme, ese es un tema para archivos secretos x. La única certeza
que dejaste fue el saber que no nos hablamos y no tenemos por qué hacerlo.
Tomamos rumbos muy distintos, seguiste creciendo académicamente. En alguna
ocasión se te invitó a participar en un congreso sobre diversidad sexual dado
que es tu tema de especialidad. Obtuvimos un silencio ante la invitación, estás
en todo tu derecho, nuevamente, la obligación sale de sobra. Tu lucha es la
apertura de lo otro, de lo que está fuera de la heteronormatividad, sacar el
lado sensual de las personas, abrir la sexualidad estigmatizada de los sujetos
dañados, evitar la violencia de género, tu lucha es una gran lucha que no
cualquiera se atrevería a hacer. Eres aquél escorpión sexual que busca la
revolución. Disculpen la referencia astrológica.
Aquellos momentos que pasamos
son ahora sólo eso, recuerdos fugaces como cualquier historia de encuentros
furtivos sin gracia, que sirven para rellenar una plática entre copas, para
presumir alguna aventura del pasado, una travesura… El chocolate fue nuestra
carta de presentación hacia el erotismo, al menos fue para mí. “Lo lograste
antojarme el pastel de chocolate”, dijiste a lo que contesté “¿Y si me lo
embarro en el cuerpo”. Tus ojos brillaron, terminamos a lo que tú llamaste “un
encuentro de chocolate”. Después de eso fuimos al antro. Me dijiste que ese
momento era nuestro y de nadie más, el mundo dejaba de exisitir. Pediste vino o
tequila, yo una cerveza. Nos abrazamos, quizás me besaste… Te acercaste a mi oído
y me dijiste: Me gustas mucho. No pude decir nada, fui un hipócrita al pensar
que estaba siendo leal a otra persona mientras estaba contigo. Ahora me
arrepiento de no haberte dicho lo mucho que también me gustabas en aquél
momento. Pasaron muchos años, incluso me diste clases ya cuando no me hablabas.
Admito que fue una experiencia muy extraña, estuvimos físicamente cerca por
cuatro meses, pero emocionalmente creo estuvimos a kilómetros de distancia.
Al conocerte fui muy feliz, me
emocionaba saber que existía un hombre como tú, culto, sexual, erótico,
comprensivo hasta cierto punto, una gran amistad. Pero, qué pasó. Fue porque no
te dije lo que sentía, o porque tú sentías más de lo que sospechaba y no
deseabas manchar tu relación. Esta probabilidad es la que concibo como débil,
pienso que quizás te enojaste por algo que dije a alguien o porque pensabas que
intentaba bajarte a tu pareja. ¿Llegará la respuesta algún día? No lo sé.
Muchas veces pensé en preguntarte directamente pero no me atrevo, es como
saltar a un abismo del cual no sé si llegaré al fondo.
Cuatro papelitos en una mesa,
los colocaste y en ellos escribías tus deseos y pensamientos: eres como el
ratoncillo que sabiendo el peligro que corre juega con el gato, me gustaría
despertar con tu cabeza sobre mi pecho, tu juventud me complace, a veces
coincidir significa desencontrarnos… Cada una de estas frases está
parafraseadas pues perdí los papelitos en una billetera que olvidé en una
cabina telefónica cerca de mi casa hace muchos años después de regresar de San
Luis Potosí. El último mensaje siempre aparece cuando te veo por los pasillos
de la facultad, a veces coincidir significa desencontrarnos… No sé si a eso te
referías.
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