Hace tiempo buscando un alivio tuve la ayuda de un amigo y profesor, me pidió un ejercicio de escritura, recordar y reconstruir en breves imágenes transformadas en palabras. La infancia, envuelta en un pequeño hogar donde nunca faltaban los periódicos, las noticias del radio y la música, desde The Beatles, hasta La sonora santanera. La primera invitación a la lectura fue promovida por la escuela, en la primaria. Sobre dinosaurios, historias de terror, eran las primeras lecturas, luego encontré la mitología griega. Las explicaciones a los sucesos de la realidad: el nacimiento del sol, la luna y las estrellas, el origen del mundo, el porque de la muerte. Los hilos de la vida se cortan con las tijeras de las moiras.
Redescubrir la ciudad, las calles de un lugar de edificios, de cielos achocolatados invadido por IMECAS, la torre latinoamericana, Bellas Artes, el Zócalo, museos, el bosque de Chapultepec, y del sonido metálico del metro, sus olores y luces. De la mitología a la religión envuelta en misticismo. Asistía a una escuela católica, donde se rezaba todos los días a las doce de la tarde. En la casa veía que llegaban personas que buscaban limpiarse de las malas vibras, las limpias eran realizadas por mi tía. En ocasiones estaba presente en los rituales de curación, me colocaban dentro de un círculo de fuego, me pasaban cuchillos sobre el cuerpo. Decía mi tía que su cuerpo era poseído por un ángel que le ayudaba. Llegué a ver fantasmas.
Dejé atrás la ciudad y sus encantos, aquella mole de metal fue sustituida por una ciudad llena de árboles, un ambiente siempre verde y saturado de nubes bajas, de cierta melancolía que llega con la neblina. Mi adolescencia invadida por temores, descubrí que no encajaba en la norma, tenía que callarme algo que no comprendía, temía de aquellos que estaban en la norma. En silencio seguí mi camino hasta llegar a la mayoría de edad. Después de huir del área de exactas, deseaba reencontrarme con la lectura, con aquellos viejos mitos, pero deseaba la crítica, el análisis, algo que abarcara todo y no se limitara a un solo aspecto, así llegué a Letras y a Filosofía, dejé pausado el proyecto de cursar literatura y por azar estudié filosofía.
Durante aquél tiempo llegué al abismo, a encontrarme al filo del camino, sentir la adrenalina de quererme aventar. Aquellas historias amorosas me hicieron descubrir algo que estaba dormido hace tiempo. Fui introducido a la poesía, la poesía amorosa, del silencio más fino. Comencé a escribir y a plasmar aquellos recuerdos y escenarios pasados. La melancolía surgía nuevamente por la duda de qué sería mi vida en letras. Entré al curso de Poesía Mexicana quedando asombrado, encontré el romanticismo y con este una explicación a lo que sentía. Aquellos fragmentos amorosos dieron tanto bellos momentos como oscuros y el romanticismo me daba una explicación de lo que sentía. Me di cuenta de que la vida se vive, pero también tenía la filosofía y entendí que había un conflicto entre ambas. Por azar encontré el pensamiento de Zambrano, Filosofía y Poesía. Por un lado tenemos la unidad y la identidad, por el otro lo diverso y lo mutable, el espíritu y el alma, la razón y el sentimiento. Siguiendo la investigación encontré la figura del poeta, o quizás me encontró, aquel ser expulsado de la república, poseído por la divinidad, amado y odiado por ser quien exalta los placeres de la carne, por decir lo que siente, por detenerse a mirar aquello que parece absurdo o minúsculo. Para mi representa aquellos que han sido expulsado, minimizados, alejados, condenados, los olvidados y excluidos. El poeta es lo débil, la mujer, los sentimientos, los sueños, la muerte, la noche, los monstruos, la locura, la nada, los que han sido callados por aquella gran razón que poco a poco se esta disolviendo.
El mosaico es aquella obra que esta hecha de pedazos de piedras o vidrios generalmente de varios colores, considero que así es la vida, esta hecha de pedazos, algunos opacos otros luminosos, de recuerdos, ausencias y presencias, de piezas de otras realidades, de tradiciones e historias entremezcladas, una obra que se va construyendo día a día y que no tiene límites por el hecho de compartir la vida con otros. Atreverse a decir por qué no ante una situación, aventarse, decidirse a caminar a pesar de ignorar el resultado, ese es el mosaico.
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