Es la tarde del día y han ocurrido una serie de eventos que
exaltan y conmueven. Hechos que hacen pensar en lo complejo de la realidad. En
ocasiones ella se desborda, nos sobrepasa. Por una parte, tenemos la noticia de
que en España se descarriló un tren que cubría la trayectoria Madrid a Ferrol. Murieron
varias personas y otras muchas quedaron lastimadas. Evitamos, por salud mental,
pensar en el sufrimiento de los familiares de las víctimas de tal accidente.
Por otra parte, encontramos
que el día martes un funcionario municipal abusó de su poder, quitándole la
mercancía y humillando a un niño tzotzil en Villahermosa. El suceso fue
grabado. El hecho, difundido por las redes sociales. La inconformidad de muchos
se leyó. El cuento termina en que fue despedido el funcionario y el niño
recompensado con una beca para seguir sus estudios.
Estos, son dos sucesos “relevantes”. No son todos
los que podrían citarse en un día cualquiera en el mundo. Pienso en las miles
de historias que transitan por la realidad. Trenes-vidas que van de un lugar,
mientras los pasajeros piensan que no sucederá una tragedia. ¿El optimismo será
un mecanismo de defensa ante la realidad? Posiblemente.
Cuántos de nosotros salimos para realizar alguna actividad
pensando en los pormenores de nuestro itinerario y no en las posibilidades de
encontrarnos ante una situación difícil y desagradable. Por lo pronto, el niño
chiapaneco cuya mercancía fue asaltada por el ex funcionario no creía que sería
violentado, y las decenas de personas que viajaban en el tren tampoco contaron
que tendrían un final lastimoso.
Ahora bien, ¿los demás sujetos que seguimos caminando por la
realidad cuál es nuestro compromiso ante esas otras realidades que se nos
presentan? La respuesta no la tengo inmediatamente. Será reflexionar, quizás.
Estar alertas y aprender acaso sobre lo complejo de la realidad. Otra
posibilidad.
Pero más allá de estas meditaciones, se cruza algo local e íntimo.
Un evento que no sería considerada noticia. Un profesor que abandona su
trabajo. Explico brevemente. Un grupo de alumnos opina que cierto profesor no
debe dar una materia. Los argumentos son diversos. Encontramos desde aquellos
que podrían considerarse banales: “no me cae bien”, hasta aquellos argumentos
sospechosos por ser complejos: “el profesor omitió algunos errores ortográficos
de mi trabajo, luego entonces, es mal maestro”… Otros comentarios decían que
les molestaban los chistes que hacía el docente. El humor para algunos alumnos
es indeseable. De esta forma, la Facultad de Letras tuvo un momento áspero en
su transitar por la realidad. Nadie murió, podemos pensar. No es algo grave, considerarán
otros. Pero, dejó un mal sabor de boca. Precisamente, el docente acusado
escribió algunas líneas donde expone
razonablemente una opinión de lo sucedido. Indica la posibilidad de que los
profesores escogieran a los alumnos. Se caería en una utopía, claramente. El
docente, considera, debe soportar diplomáticamente a ciertos alumnos y alumnas.
Por otro lado, señala la falta de honestidad por parte de los estudiantes, pues
en ocasiones están ocupando lugares por mera inercia. Apoyo la idea. A los
docentes se les exigen características que los alumnos no poseen. Dicho en otras
palabras, algunos alumnos tienen un bajo rendimiento escolar y exigen que el
profesor solucione la apatía de los mismos. Aquellos que se esfuerzan por sus
actividades escolares se cansan de escuchar las lastimosas quejas de sus
compañeros. Nuevamente surge la pregunta, ¿qué se debe hacer?
Así, el profesor termina su escrito considerando su
renuncia. Más allá de evitar los dimes y diretes –quizás como este escrito–, su
intención es estar fuera de un lugar donde no es deseado. Por otra parte olvida
a los demás alumnos que consideran su labor como excelente y relevante para la
facultad. Sin embargo, el profesor tomó una decisión la cual debe respetarse.
Para finalizar, podemos decir que otras historias quedarán ocultas o
desconocidas en este jueves 25 de junio. Quizás otras realidades habrán sido
mucho más benéficas. Mientras tanto pienso en la frase de Borges: “A la
realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos”.